PASAJES DEL TERRORISMO CONTRA CUBA.
Conrado y Erineo: Cuando la muerte logró enlutar a Cuba en Enero
Nadie lo dudó esta vez. El terror
cobró en enero varias víctimas más y, entre ellos, no podía faltar el joven
maestro voluntario Conrado Benítez, aquel que cargaba sobre sí mismo la mayor de
las culpas ante los bandidos asalariados de la CIA: ser negro, educador y, sobre
todo, revolucionario.
Nacido en Pueblo Nuevo, Matanzas,
19 de febrero de 1942, aquel joven negro de origen humilde conoció una infancia
de sin par sacrificio, cuyo sello distintivo lo serían una enorme capacidad para
sobrevivir en una época de segregación y pobreza, así como un sorprendente afán
de superación personal. A pesar de trabajar en las escasas profesiones a las que
tiene acceso el ciudadano pobre —limpiabotas y panadero—, encontró espacio
para estudiar y vencer la enseñanza elemental. Luego vendrían loa azarosos días
de deambular por las calles de la Habana, ciudad a la que se trasladó, para
cursar estudios en el Instituto “José Martí”. Durante este tiempo conoció la más
cruel discriminación en la Capital y sólo una fe ciega en el porvenir le hizo
resistir todo tipo de adversidades y vejaciones.
El 12 de enero de 1959, unos días después del triunfo revolucionario, se
trasladó a Matanzas para continuar sus estudios. La Revolución llegó a él como
una mano salvadora y supo que, a partir de ahora, los jóvenes como él tendrían
plena libertad para estudiar sin ser vejados o discriminados. Supo, igualmente,
que debía entregarse plenamente a esa nueva epopeya de fuerte raigambre popular
y apostar enteramente por ella. Por tal motivo, cuando Fidel llamó a cientos de
jóvenes para convertirse en maestros voluntarios, no dudó en dar el paso al
frente.
Con los ojos y la sonrisa
invadidos por un contagioso optimismo, Conrado marchó hacia la Sierra Maestra
para prepararse como maestro. Luego vendría la faena difícil y compleja en la
que pondría en juego todo su humanismo y solidaridad. En un inhóspito y olvidado
paraje del Escambray, ayudado por varios vecinos del lugar, acondicionó la
escuela en la que enseñaría a 44 niños durante el día y a varios adultos en
horario nocturno. Lleno de emoción, escribió a sus familiares:”Tengo muchos
alumnos y creo que el año próximo no quedará un solo analfabeto por aquí”.
Lejos estaba de imaginar aquel
joven de apenas 18 años que a su regreso de las vacaciones por el fin de año,
encontraría, aquel 4 de enero de 1961, a su escuela convertida en cuartel
provisional de un grupo de bandidos capitaneados por el tenebroso Osvaldo
Ramírez. Apenas lo vieron arribar, los criminales se lanzaron sobre el joven
maestro. Horas después sería asesinado salvajemente junto al campesino Heliodoro
Rodríguez “Erineo”. Sus salvajes ejecutores fueron los bandidos Dagoberto Pérez
Hernández, Morejón Martínez, Macario Quintana “Pata de Plancha” y Tito Zerquera,
todos miembros de la banda de Osvaldo Ramírez.
¿Cómo sucedió el horrendo crimen?
Hoy se conocen detalles del mismo
y los hechos sirven para esclarecer dos cosas: el heroísmo sin límite de las
víctimas y el salvaje ensañamiento de los victimarios.
Tirados en un corral, los dos
hombres recibieron golpes y escupidas de sus captores. A ratos, alguno de los
bandidos se acercaba para lacerar sus carnes con filosos cuchillos. El jefe de
estos criminales llamó a Conrado para ofrecerle un deshonroso trato:
—Si te unes a nosotros, te
perdono la vida—le dijo en tono de burla.
Conrado por su parte, mirándolo
con orgullo y odio, le respondió:
—Yo soy, ante todo,
revolucionario.
Eso fue suficiente. El jefe de
los bandidos, descargando su odio en el joven maestro, ordenó su asesinato. Sin
demora y, alentados por un animal paroxismo, varios bandidos sacaron al joven y
colocaron una soga en su cuello. Luego, prácticamente lo arrastraron hasta el
lugar donde lo colgarían. Mientras recorrían el breve tramo que mediaba entre
la vida y la muerte, sus captores lo golpearon salvajemente con palos y los
puños, mientras algunos apuñaleaban su cuerpo. Después lo colgaron de un árbol y
lo sacudieron varias veces como si fuera una marioneta. No les importó comprobar
que había muerto ya, el jefe de los asesinos ordenó a sus hombres que siguieran
golpeando y mutilando el cadáver, como si con eso quisieran callar para siempre
la hombría del joven y su fe en su causa.
Después colgaron a Erineo, aquel
campesino bajo y regordete, combatiente del Ejército Rebelde y fundador de las
Milicias Revolucionarias que tuvo el privilegio de recibir, un tiempo antes, un
pedazo de tierra de manos del “Che” Guevara.
No importó que tratara de defenderse con su machete cuando los bandidos se
acercaron a él mientras labraba la tierra. Hacía un tiempo había dicho que si
encontraba por allí a Osvaldo Ramírez, “le cortaría el c… en cuatro” y el jefe
de los bandidos, al enterarse de sus palabras, sentenció su muerte.
Dos días después fueron
encontrados los dos cadáveres, tapados con un poco de paja y sin poder ocultar
las torturas a que fueron sometidos en vida estos dos nuevos mártires de la
Patria.
A pesar de su muerte, Conrado y
Erineo se multiplicaron. Más de cien mil jóvenes cubanos se lanzaron a continuar
la obra del maestro asesinado, a la par que miles de campesinos reafirmaron su
fe en la Revolución. Para la conciencia del mundo el crimen cometido en la zona
de San Ambrosio fue una página más del terrorismo contra el pueblo cubano,
ejecutado por hombres apoyados por la CIA. Por ello, sus ejecutores materiales
no fueron los únicos responsables. Allá, bien lejos, en las frías oficinas de la
Casa Blanca y de Langley estaban los otros culpables, los que armaron a los
asesinos y los alentaron para llevar a cabo tanta infamia.
De esta forma, enero se
transformó en un mes de malos recuerdos para varias familias cubanas. Desde el
mismo momento en que el gobierno norteamericano de Eisenhower decidió romper sus
relaciones con Cuba el 5 de enero de 1961, el propio día de este monstruoso
crimen, estableciendo abiertamente una política de criminal beligerancia contra
la Isla y basada en la creación de condiciones para financiar, organizar y
fomentar una guerra irregular contra el gobierno revolucionario, las bandas
terroristas existentes en el Escambray se dedicaron a asesinar salvajemente a
quienes apoyaban a la Revolución. Conrado y Erineo fueron dos de las víctimas.
Luego habría más y eso lo sabe enero con total certidumbre.