DAL NS. AGENTE ALL'AVANA


 

¿APAGA  FUEGOS  O DOMADORES? 
 

Para nadie ha resultado una sorpresa que el Departamento de Estado norteamericano se haya apresurado a enviar a sus más renombrados domadores para “apaciguar” el alboroto desatado por las fieras de la mafia  terrorista de Miami, provocado por el intento del gobierno de mantener invariable su política de “pies secos, pies mojados”.  Las acusaciones de “traición” hacia Bush, así como la arremetida contra Lincoln Díaz Balart por parte de la FNCA, acusándolo de incompetente ante la Casa Blanca y su política hacia Cuba, fueron suficientes elementos para “preocupar” al ocupante de la Oficina Oval. Sin demora, temeroso tal vez de las amenazas de perder el voto de la comunidad cubano americana, se apresuró a enviar a Miami a un numeroso grupo de funcionarios, entre los que sobresalen Otto Reich, enviado especial del gobierno para las Américas, así como Dan Fisk, el especialista en asuntos cubanos del State Departament.

   Por otro lado, el recién nombrado Subsecretario para Asuntos del Hemisferio Occidental. Roger Noriega, haciendo uso de su chapurreado español con locuciones mejicanas,  se adelantó en apuntalar  a los enviados de la Casa Blanca, concediendo una apresurada entrevista al Miami Herald. Los elementos ofrecidos por Noriega en su entrevista no son nuevos, pero tratan de apaciguar un poco la histeria reinante en la intolerante ciudad de la Florida. A grandes rasgos, dijo:

·   Una de mis principales prioridades será “llegar a los congresistas de ambos partidos, en ambas cámaras, para coordinar nuestros esfuerzos en promover una agenda bipartidista para las Américas”. Sin recurrir a demasiadas palabras, por supuesto, anunció que el tema cubano estaría sobre el tapete de su estrategia. No quisiera haber visto el suspiro de calma exhalado por la regordeta y vocinglera Ninoska o haber escuchado el “yo lo sabía” de Luis Zúñiga Rey, terrorista devenido en Director Ejecutivo del Consejo por la Libertad de Cuba. Todos respiraron más tranquilos, incluso aquellos como Joe García y Mas Santos, directivos de la FNCA, que ahora deben estar lamentándose de haber sido demasiado críticos con Bush.

 

·   “(…) nos mantenemos comprometidos con una emigración legal, ordenada y segura con Cuba”, apuntaló. Sin embargo, para no irritar nuevamente a las fieras, incorporó la posibilidad de que esta política sea revisada permanentemente, cosa que había negado con anterioridad el portavoz Scott McClellan unos días antes. “No estoy señalando ningún cambio significativo en la política, pero estamos evaluando constantemente estos asuntos”, sentenció Noriega. Pero no se quedó en eso, en la promesa de una posible revisión de la política norteamericana hacia Cuba, sino que retomó una agresividad que no es ajena a él como consideran muchos. Prometió nuevas medidas contra la Isla que representan un mayor protagonismo de la Casa Blanca en la lucha por la “democracia” en ese país. En esencia, esas promesas fueron:

1)   La modernización de las transmisiones de radio y televisión Martí, encaminada a burlar la interferencia del gobierno cubano
2)   Implementar formas de envío de materiales subversivos como videos, literatura antigubernamental y otros, usando incluso el correo regular.

   Como puede derivarse de las palabras de Noriega, dirigidas a  amansar a los insistentes críticos cubano-americanos contra  la Casa Blanca, nuevas agresiones se preparan contra la Isla. La euforia sustituyó, por supuesto, al desencanto en los corrillos de la mafia terrorista donde empezó nuevamente a reinar la tranquilidad. Bush, sin embargo, sacó una nueva lección en estos días, aunque no dudo que ya sabía  sobre este comportamiento, y fue que esa jauría es sumamente peligrosa y contradecirla significa recibir intolerantes y preocupantes amenazas.

   Por su parte, Bush, continuando su esfuerzo por acallar las críticas de sus “socios de Miami”, así como recuperar la credibilidad ante ellos, lo que significaría contar con sus futuros votos,  envió a Otto  Reich y a Dan Fisk para reunirse con los principales líderes de los grupos terroristas. Allí, entre sonrisas y cocteles, Otto Reich acusó a Cuba de “fomentar las divisiones internas del exilio y las discrepancias de la comunidad cubana con el gobierno de George W. Bush”. A alguien había que culpar del relajo formado en Miami y de los “tira y jala” desatado entre la FNCA y Díaz Balart. La culpable, por supuesto, debía ser Cuba y no las ambiciones de poder y de dinero que subyacen permanentemente entre los jefecillos contrarrevolucionarios. Al respecto, un “anónimo funcionario de la Casa Blanca, que pidió no ser identificado”, declaró: “Es obvio que las autoridades cubanas hacen todo lo posible por dividir al exilio y crear problemas a Washington con la comunidad exiliada cubana”. En otras palabras, Otto Reich fue a apaciguar los ánimos de sus acólitos y a culpar a Cuba del mal trance pasado entre todos.

 

   Pero si la mafia no perdona, la  Casa Blanca tampoco lo hace. Ese mismo “anónimo funcionario” se sacó el sable debajo de la manga y lanzó una estocada a la FNCA  cuando dijo que la posición de la misma, reflejada en dos cartas enviadas a Bush en menos de cuatro días, no hacen otra cosa  que promover el malestar entre “los exiliados” y estas críticas se hacen más bien debido “a problemas internos y de política doméstica que trata de resolver utilizando ese malestar”.

   El descaro de la FNCA llegó incluso a publicar una segunda carta a Bush el día 6 de agosto en la que reprueba la devolución de varios “disidentes” a Cuba y pide más apoyo para radio y TV Martí. Esta solicitud la hizo luego de conocerse que Noriega ya lo había prometido. Por supuesto, la FNCA no hizo otra cosa que aprovecharse del discurso político del Subsecretario y aparentar “estar en la onda” ante la comunidad cubano americana de Miami. Oportunismo simple, diría cualquiera. Yo, sin embargo, les endilgaría otra palabra que me guardo de pronunciar, pues no soporto  el mal olor. Así pues están las cosas hoy en día. La Casa Blanca tratando de recuperar espacios políticos entre la mafia terrorista y ésta, otra vez calmada con las promesas gubernamentales de seguir agrediendo a Cuba mediante nuevas formas y métodos, mientras la tormenta deja lecciones, nuevas grietas en el ya dividido “exilio” y la certeza de que nuevamente seguirán fracasando a pesar de esta aparente reconciliación.

 

 

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