MENSAJE URGENTE AL
PUEBLO PANAMEÑO
Queridos hermanas y
hermanos de Panamá:
Me dirijo a ustedes
como centroamericano, con la justeza en la pluma y la verdad en la palabra,
abogando al apego a la razón y a la justicia que siempre ha caracterizado al
panameño. No ha habido una traición o doblez que no haya sido reprobada siempre
por el istmeño noble y valiente, tan capaz de grandes sacrificios a favor de las
luchas nobles y amante desinteresado de los ideales de la paz y la soberanía.
Por ello, a qué negarlo, no puedo permanecer impávido cuando se cierne en Panamá
una cruel maniobra que pondría en tela de juicio esos valores y llenaría de
vergüenza al hombre honesto de Panamá.
Dentro de
unos días, precisamente el 3 de septiembre, se llevará a cabo en su Patria la
vista judicial en la que se juzgará a cuatro personas que han dedicado su vida a
cometer crímenes atroces contra cubanos y personas de otras nacionalidades,
recurriendo al más execrable terrorismo y sin importarles la cuota de muertes y
daños que puedan provocar. Me refiero a Luis Posada Carriles, Gaspar Jiménez
Escobedo, Pedro Crispín Remón y Guillermo Novo Sampoll.
Estos
cuatro individuos han estado confabulados en numerosos actos de terrorismo que
han provocado más de tres mil muertos en Cuba y más de dos mil heridos, además
de cuantiosos daños materiales. No participaron en todos ellos, es cierto, pero
sí en los más detestables. Los otros, los cometieron sus socios de fechorías que
hoy deambulan con impunidad en calles norteamericanas y de Centroamérica. De la
mano de estos criminales que hoy se presentan como abuelos enfermos e inocentes
salió la muerte en más de una ocasión y nadie levantó un dedo para condenarlos.
Yo presencié el
dolor de familias cubanas cuando conocieron la infausta suerte de sus seres
queridos, asesinados salvajemente cuando un avión cubano fue saboteado por
mercenarios al mando de Luis Posada Carriles. 73 personas murieron el 6 de
octubre de 1976 y aún se les llora y se sufre su ausencia. El autor intelectual
de este abominable crimen espera una condena en Panamá y se gestan oscuras
maniobras para exculparlo.
Otro de ellos,
Gaspar Jiménez Escobedo, asesinó a sangre fría a un sencillo cubano, Dartagnan
Díaz Díaz, llenado de luto y dolor a sus familiares, condenando a varios niños a
una penosa orfandad. En muchos otros crímenes estuvo también involucrado este
vulgar terrorista.
Por su parte, Pedro Crispín Remón asesinó a un diplomático cubano en septiembre
de 1980 en pleno barrio de Queens, en Nueva York. En muchos otros crímenes
estuvo involucrado este oscuro personaje que hoy reclama la condición de hombre
inocente.
Guillermo Novo
Sampoll fue uno de los asesinos del ex canciller chileno Orlando Letelier,
estando igualmente involucrado en actos terroristas y asesinatos en múltiples
ocasiones.
Esos son los
hombres, si vale la pena reconocerles tal condición humana, que esperan el peso
de la justicia en Panamá. Sin embargo, existen pruebas fehacientes de que sus
socios de la Fundación Nacional Cubano Americana, organización terrorista
radicada en Miami que financió sus actividades, y de la CIA, a la que sirvieron
en diferentes etapas de su vida, tratan hoy de presionar a la justicia panameña
para lograr un juicio adulterado que conduzca a su liberación, escapando otra
vez impunemente de sus responsabilidades penales.
Estos son
los hombres que trataron de asesinar al Presidente cubano en noviembre del 2000,
aún a riesgo de matar a más de un centenar de jóvenes panameños. Por más que
fueron hartamente demostradas las evidencias de su participación en tan macabro
plan, apoyándose en resquicios legales, en corruptelas judiciales y en franco
contubernio con personeros del gobierno panameño, se les minimizó la acusación y
hoy se les juzga sólo por los delitos de posesión de explosivos, asociación para
delinquir, atentar contra la seguridad colectiva y falsificación de documentos.
El intento de magnicidio y de homicidio colectivo fue borrado por arte de magia
del prontuario.
Hoy la defensa
arguye que las penas que merecen han sido cubiertas por el tiempo que llevan de
reclusión preventiva. Con el apoyo de la prensa mediática tratan de presentarlos
como hombres honorables, “artistas”, ancianos inocentes e incapaces de matar una
mosca.
En mi caso
particular conocí a dos de ellos: Luis Posada Carriles y Gaspar Jiménez
Escobedo. Con ambos me reuní en el Hotel Camino Real de Ciudad Guatemala, los
días 22 y 23 de noviembre de 1994, con la finalidad de que me entrenaran y
abastecieran de dos poderosas cargas explosivas que supuestamente yo colocaría
días después en el Cabaret Tropicana, situado en Ciudad de la Habana, y en un
hotel de Varadero. Por orientaciones de la FNCA, el plan terrorista de colocar
una de las bombas en el famoso cabaret hubiera puesto en peligro la vida de
cerca de 850 personas, fundamentalmente turistas extranjeros, y 300 trabajadores
cubanos que laboran en el lugar. Ni Posada Carriles ni Jiménez Escobedo pensaron
en el costo que provocaría tal acción, como tampoco lo hicieron al planear
colocar una bomba en el Paraninfo de la Universidad de Panamá. Ni Tropicana, ni
el hotel de varadero fueron volados, por el hecho de que yo me encontraba
infiltrado durante largo tiempo dentro de estos grupos terroristas. Sin embargo,
lograron colocar once bombas en hoteles cubanos hiriendo a varias personas y
asesinando a un joven italiano.
Es por ello que,
por mi condición de antiterrorista y de ser un centroamericano al igual que
ustedes, los invito a impedir otro nuevo crimen. Este no provocará víctimas, es
cierto, pero atentará contra la ley y la vergüenza de los panameños nobles.
Será, desde luego, tan dañino como los que cometieron estos individuos, pues sus
víctimas jamás tendrán la justicia que reclaman y merecen.