¿QUÉ BUSCAN LOS ESTADOS UNIDOS
DENTRO DE LA UNESCO?
LOS PASOS DE UNA NUEVA Y PELIGROSA CONFABULACION
Si sorprendente fue en su momento la salida de los
Estados Unidos del seno de la UNESCO hace 19 años, bajo el infundado argumento
de que dicha organización se encontraba politizada y frenaba el desarrollo de la
libre expresión, la reciente reincorporación de la poderosa superpotencia ha
despertado sospechas y recelos en muchos estadistas y personalidades. ¿Qué
quieren los EE UU, precisamente ahora, al ingresar el pasado 1 de octubre
nuevamente a dicha organización? ¿Será acaso una simple reorientación de su
política exterior o se esconden detrás de este paso funestos augurios para el
mundo? Un simple análisis permite, al menos, desnudar las maniobras y oscuras
intenciones de la actual administración norteamericanas y ponernos sobre aviso
en relación con el peligro que se avecina.
En 1984, durante la administración de Ronald Reagan,
los Estados Unidos deciden separarse de la UNESCO junto a Gran Bretaña y
Singapur. Los argumentos esgrimidos por ellos fueron, en síntesis, bastante
insostenibles. Para la Casa Blanca, la organización internacional se había
convertido en un medio desfavorable para llevar a cabo sus planes hegemonistas y
los cuestionados principios sobre política exterior de la administración yanqui.
Luego de lanzar severas críticas al senegalés Amadou Mathar M´Bow en relación
con su gestión al frente de la misma y cuestionar airadamente el Nuevo Orden
Mundial de la Información por limitar la libertad de prensa, los EE UU se
dedicaron a sabotear y a actuar de espaldas a los principios sostenidos por la
ONU en relación con los aspectos internacionales sobre educación, cultura y
ciencias sostenidos por la UNESCO.
Casi dos décadas después, bajo la dirección general
del japonés Koichiro Matsuura, la UNESCO parece ser un promisorio medio para
que la Casa Blanca pueda catapultar a través de ella su política exterior, es
decir, su autoproclamado internacionalismo norteamericano. El 12 de septiembre
del 2002, George W. Bush proclamó: “Como símbolo de nuestra consagración a la
dignidad humana, Estados Unidos regresará a la UNESCO. Esta organización ha sido
reformada, y Norteamérica participará plenamente en su misión de adelantar los
derechos humanos, la tolerancia y el aprendizaje”.
Para la presente administración norteamericana, los
cambios ocurridos dentro de la UNESCO —que no dejan de ser consecuencia de los
propios cambios sucedidos en el mundo actual y en sus propias relaciones
políticas internacionales—, ameritaron su reingreso. Según se expresa en el
sitio oficial del Departamento de estado de los Estados Unidos, la UNESCO “ha
recuperado la visión de una prensa libre y la libertad de expresión que sus
fundadores atesoraron”. Estos cambios o medidas adoptadas son, en síntesis, los
siguientes:
·
Creación de un grupo asesor sobre libertad de prensa.
·
Creación del premio Guillermo Cano a la libertad de Prensa, en defensa de la
libertad de expresión.
·
Aseguramiento de servicios de asesoría sobre leyes de prensa y una prensa
independiente a los legisladores y otros responsables de la toma de decisiones.
·
Posibilidad de implementar junto a la UNESCO un conjunto de medidas para
“garantizar” la libre circulación de las ideas dentro de una mayor tolerancia y
participación políticas.
De esta forma, los Estados Unidos se convirtieron
en el estado 190 dentro de la lista de miembros de la UNESCO, pero sobre la base
de ciertas prerrogativas aún más cuestionadas que su salida en 1984. Sin
abandonar su arrogancia, la Casa Blanca prometió aportar el 22 % del presupuesto
de la organización a cambio de imponer a la ella ciertas condiciones, entre las
que se sobresale el disponer de un puesto en el Consejo Ejecutivo de la misma.
Por si esto fuera poco, los EE UU proclamaron de antemano su oposición a un
acuerdo adoptado en 1972, por unanimidad, en el seno de la UNESCO y que se
refiere a una normativa internacional complementaria de la Declaración sobre la
Diversidad Cultural.
Así las cosas, a nadie despiertan ya alegrías el
hecho de que la UNESCO disponga de más fondos para su presupuesto si ello se
logra a costa de ver en peligro su autonomía y corre el riesgo de convertirse en
un foro supeditado a la voluntad de su principal fuente de ingresos.
Para los pueblos, sin embargo, existen evidencias de
un peligro mayor. La inclusión de EE UU dentro de la UNESCO representa una nueva
amenaza. Puede ser convertida en una marioneta más para que el poderoso imperio
del norte siga haciendo de las suyas con su acostumbrada impunidad.
El propio Secretario de educación norteamericano,
Rod Paige, declaró en la 32 Sesión de la UNESCO el mismo día de su reingreso a
la misma que eran prioridades de EE UU el combate al terrorismo, así como
establecer como preferencia el desarrollo de la educación en situaciones de post
conflicto —como en los casos de Irak y Afganistán—, educar para erradicar el
SIDA y educar también con calidad sobre la base de la verdad y la tolerancia. El
sabor amargo en la boca de los miembros del auditorio les permitió, sin embargo,
preguntarse si realmente los Estados Unidos, principales causantes de muchos de
los males que azotan actualmente a la humanidad como lo son el SIDA, el
terrorismo, las guerras, la pobreza y el analfabetismo, estarían realmente
interesados en erradicarlos. ¿Realmente puede educar alguien a sus propias
víctimas? ¿Qué interés puede tener alguien por el medio ambiente si lo destruye
mediante guerras, el uso desenfrenado de los recursos naturales y políticas
ambientales supeditadas a la búsqueda de la plusvalía como principal leiv motiv?
Pero peligroso es también el posible empleo de los
propios mecanismos de la UNESCO, como lo son el Grupo Asesor sobre Libertad de
Prensa, para promover campañas contra Cuba y Venezuela. Los recientes esfuerzos
de la administración norteamericana por endilgarle a la Isla supuestas
violaciones de derechos humanos y alentar una falsa disidencia y prensa
independiente, convierten a la Organización de la ONU para la Ciencia, la
Cultura y la Educación en un marco propicio para continuar procurando el
aislamiento de la Revolución Cubana. La campaña anti-bolivariana contra
Venezuela podría ser estimulada también dentro de la UNESCO por los Estados
Unidos y sus aliados europeos.
Un nuevo reto se levanta, por tanto, para las
fuerzas progresistas del planeta: impedir que la UNESCO sea usada como punta de
lanza de las campañas contrarrevolucionarias que lleva a cabo la Casa Blanca a
nivel mundial. La promesa de dinero puede pervertir a algunos y comprometer a
otros, pero confiamos en la verdad y en la capacidad de los estadistas honestos
a no dejarse involucrar en causas innobles y hacer que se pierdan los valores
éticos y universales que hasta ahora han sustentado los principios de esta
organización. El mundo, por supuesto, dirá la última palabra.

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