El
sospechoso nombramiento de un gusano mafioso como embajador yanqui en la
Argentina.
El reciente arribo
de Lino Gutiérrez a Buenos Aires, en su condición de nuevo embajador de Estados
Unidos en la Argentina, levantó de inmediato las sospechas de muchos en todo el
mundo. A pesar de que el diplomático de carrera se apresuró a manifestar el
apoyo de la Casa Blanca al gobierno de Néstor Kirchner y, esgrimiendo un rosario
de poses agradables y sonrisas preensayadas, alegó que se dedicaría a
“consolidar las buenas relaciones entre ambos países”, no cabe la menor duda que
su estadía en la nación sudamericana no se limitará sólo a beneficiar, como
proclama, a los argentinos, sino a poner en práctica su larga experiencia en
fabricar complots, promover guerras sucias y preparar agresiones, de la que hizo
gala cuando trabajó en el Departamento de Estado a cargo de Nicaragua y en las
embajadas yanquis en Granada y Haití. Más que un enviado de buena voluntad, Lino
Gutiérrez representa una real amenaza para sus anfitriones. Sobre esto, no cabe
la menor duda.
Nacido en la Habana
el 26 de marzo de 1951, marchó siendo muy joven a los Estados Unidos. En Cuba,
su patria, se respiraban los aires revolucionarios del Primero de Enero de 1959.
Criado en el estado de la Florida, se le sabe muy vinculado a la Fundación
Nacional Cubano Americana y a varios representantes de los sectores más
recalcitrantes de la mafia cubano americana. Su carrera como diplomático siempre
estuvo en función de implementar la política exterior norteamericana hacia
América Latina, basada en la defensa y fortalecimiento del hegemonismo yanqui en
la región, el enfrentamiento a los movimientos progresistas y, sobre todo,
haciendo uso del más cuestionable e irracional odio, atacar sistemáticamente a
Cuba.
Quien piense que
el sustituto de James Walsh al frente de la misión diplomática en Buenos Aires
traerá distensión y un real fortalecimiento de las relaciones entre ambos
países, se lleva a engaño. Al haber designado para ese cargo a Lino Gutiérrez,
experimentado fabricante de complots, oscuras maniobras y tenebrosas
confabulaciones, Bush no hizo otra cosa que mostrar su verdaderas intenciones:
tratar de entorpecer el proceso renovador que se anuncia en esa nación y,
particularmente, impedir un acercamiento o la más mínima y cordial relación con
Cuba.
Bastaría recorrer
brevemente la hoja de servicios de este gusano devenido en diplomático, para
comprender cuál será verdaderamente su papel en la Argentina.
Luego de
incorporarse al servicio exterior norteamericano en 1977 y ser destinado a
República Dominicana hasta 1979, pasó a ocupar un cargo dentro de la Sección
Política de la Embajada yanqui en Portugal. Posteriormente, en 1981, se encargó
de los asuntos de Nicaragua dentro del State Department. Allí hizo todo lo
posible para torpedear el proceso sandinista y apoyar a la contra nicaragüense.
Como premio a su desempeño contrarrevolucionario y reconocimiento a su
experiencia desestabilizadora, le fue confiada otra importante tarea: impedir el
proceso progresista que tenía ligar en Granada. Por tanto, a Lino Gutiérrez le
corresponde el triste mérito de haber contribuido a la realización de la
invasión yanqui a Granada, acontecimiento que frustró un proceso renovador
iniciado por Maurice Bishop. La intervención norteamericana, realizada al estilo
violento de las películas de Hollywood, tuvo en Gutiérrez uno de sus artífices.
Él contribuyó a su preparación y a la creación de condiciones para tan
detestable hecho. Permaneció posteriormente en Haití como Consejero de la
Sección Política.
Poco después se
encargó de la Sección Política de la Embajada norteamericana en París, cargo que
ocupó entre los años 1987 y 1990. Como continuación de su carrera dentro de la
diplomacia yanqui, permaneció en Bahamas de 1991 a 1994 como Ministro Consejero,
momento en que pasó a ocupar el cargo de Director de Planeamiento dentro de la
Oficina de Asuntos Interamericanos.
En
diciembre de 1996 fue nombrado como embajador en Nicaragua y permaneció ocupando
ese cargo hasta julio de 1999.
Luego de abandonar
su cargo como embajador yanqui en Nicaragua pasó a trabajar en la Secretaría de
Asistencia del Departamento de estado y, en junio del 2001, como Adjunto para
los Asuntos del Hemisferio Occidental en el State Department.
Fue
precisamente en este período que se ponen de manifiesto en forma abierta y
descarada sus compromisos ideológicos con la ultraderecha norteamericana y la
mafia terrorista de Miami. Sin vacilación alguna, se involucró en diversas
maniobras anticubanas, tales como las desarrolladas en torno a las sesiones de
la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra en el 2001. Sin recato, manifestó su
apoyo a las criminales leyes que fortalecieron el bloque contra Cuba, tales como
la Torricelli (1992) y Helms-Burton (1996). Es un abierto defensor, igualmente,
de la Ley de Ajuste Cubano, inspiradora de la emigración ilegal y causante de la
muerte de miles de ciudadanos cubanos.
En Junio del
2001, con la misma prepotencia que hacen gala sus amos yanquis, Lino Gutiérrez
intervino descaradamente en la elecciones presidenciales de Nicaragua,
prometiendo represalias si era elegido Daniel Ortega.
Al igual que su
gran amigo Otto Reich, más de una vez ha sido usado por la Casa Blanca para
limar asperezas surgidas con la mafia miamense y para procurar apoyo de la misma
a la administración norteamericana. Sin ocultarlo, se ha convertido en vocero de
las posiciones ultraconservadoras e intolerantes de la FNCA y de los grupos
terroristas radicados en la Florida, a los que les debe muchos favores. Este
compromiso contraído con la derecha cubano americana y el hecho de ser él mismo
una representante de ella, le ha permitido escalar en posiciones dentro de la
diplomacia yanqui.
La ideología a Lino
Gutiérrez no marca diferencia alguna con la de los halcones que hoy gobiernan
los EE UU. Cuando ocupaba el cargo de Secretario Adjunto en funciones para los
Asuntos del Hemisferio Occidental, Lino declaró el 17 de diciembre del 2001,
durante una conferencia impartida ante los obispos católicos de Estados Unidos:
“Luego del 11 de
septiembre la respuesta de todo el hemisferio fue inmediata, enérgica y de
apoyo. (…) El apoyo ha sido de amplia base y sin condiciones, con la
acostumbrada excepción de Cuba…”
Parece que
Gutiérrez olvidó la inmediata condena de Cuba a los atentados del 11 de
septiembre y su disposición de ayudar a las víctimas provocadas por tales
hechos.
De la misma
manera, en el discurso político del flamante embajador yanqui en Buenos Aires
siempre ha estado presente el ataque contra el proceso bolivariano que tiene
lugar en Venezuela. En el mismo discurso ante los obispos norteamericanos,
expresó al respecto:
“Hay, sin embargo,
crecientes preocupaciones por las amenazas contra la libertad de expresión y la
prensa y la indebida presión al trabajo sindicalizado.”
En otro discurso
efectuado el 26 de abril del 2002, ante un grupo de discusión en el Centro de
estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), Lino Gutiérrez declaró en
abierta oposición al proceso bolivariano:
“Sin embargo, en
los últimos tres años y de modo creciente, Estados Unidos se ha sentido
preocupado por la salud de las instituciones democráticas en Venezuela que son
esenciales para la democracia. (…) Las raíces de la actual crisis están en las
políticas polarizantes, contenciosas, del presidente Chávez. En varias ocasiones
el presidente Chávez atacó la libertad de prensa, interfirió las elecciones de
los sindicatos obreros…”
Al atacar al
gobierno de Hugo Chávez en este amplio discurso, Gutiérrez jamás cuestiona el
papel anticonstitucional de las fuerzas de derecha en Venezuela y sólo se limita
a exigir cambios en la orientación del proceso bolivariano. Sería como decir “lo
estrecho para el gobierno y lo amplio para la oposición”. De todas formas, no
podría esperarse otra cosa de un representante norteamericano cuyo gobierno
apoya en las sombras las maniobras desestabilizadoras de la derecha venezolana.
Con tales
antecedentes, amigo lector, usted ha de suponer que Lino Gutiérrez está en
Argentina no para procurar la paz ni la armonía. Fue enviado, sin lugar a dudas,
para entorpecer el proceso político transformador que tiene lugar en ese país y
hará todo lo posible para retrotraer a la nación a las abandonas y aborrecidas
relaciones carnales con Estados Unidos.
Especialista en complots, pronto se le verá poniendo traspiés al proceso
argentino, confabulándose con las fuerzas más retrógradas e invitándolas a
volver a un pasado al que los argentinos no quieren regresar. Por supuesto,
corresponde a las fuerzas democráticas y progresistas argentinas estar
vigilantes a cada paso de este señor, perdón, mejor dicho, “gusano” venido del
Norte.