Unos
pocos fascistas italianos apuestan por la deshonrosa causa de atacar a Cuba
En su obcecada guerra ideológica contra Cuba,
encaminada a aislarla internacionalmente y a propiciar el derrumbe del
socialismo en la Isla, los Estados Unidos y las fuerzas más retrógadas, tanto de
la mafia contrarrevolucionaria de Miami como de la ultraderecha mundial, se han
dedicado a buscar acólitos de todo tipo para usarlos en función de tan
deshonesto fin.
Desde viejos y “experimentados” camajanes de las
naciones ex socialistas europeas, asalariados de la CIA con la bochornosa misión
de traicionar a su pueblo y conducirlo a un brutal retroceso histórico, hasta
oportunistas políticos capaces de venderse al mejor postor, han sido
reclutados para agruparlos en diversos “comités”, “uniones”, “asociaciones”,
“fundaciones”, etc., cuya finalidad es esgrimir la falsedad de que en Cuba se
violan los derechos humanos y las libertades democráticas. No podían faltar
desde luego, dentro de esa confusa amalgama de vividores y detractores, el grupo
de fascistoides italianos de la Alianza Nacional y sus engendros de la Acción
Jóvenes y Acción Universitaria. Como puede apreciarse, echando a un lado
cualquier escrúpulo político, la enfermiza obsesión de Estados Unidos por
destruir a la Revolución Cubana, le hace emplear a cualquier alabardero sin
importarle su origen e ideología.
La Alianza Nacional, de factura y oscuro origen fascista, dirigida por
Gianfranco Fini, integra desde 1994 la frágil coalición de partidos de derecha y
ultraderecha autotitulada Casa delle Liberta, ocupante en estos momentos del
gobierno en Italia y que encabeza el controvertido primer ministro Silvio
Berlusconi.
Como resultado
de las alianzas de la derecha para desgobernar a Italia, el dirigente de AN
recibió el cargo de viceprimer ministro, aunque sus no ocultas ambiciones le
hacen aspirar a un mayor protagonismo dentro de la política italiana. Esto, sin
lugar a dudas, ha sido un factor de las permanentes contradicciones dentro de la
coalición de partidos de gobierno, cada uno de los cuales pretende aumentar su
espacio político dentro de la misma.
Líder hasta 1991 de una organización reconocida como
heredera directa del Partido Fascista de Benito Mussolini —el Movimiento Social
Italiano—, Fini no ha podido desprenderse totalmente de su ideología fascista
por más que argumente lo contrario. A principios de los noventa desató una
terrible crisis de credibilidad política y las críticas llovieron sobre su
persona. Se atrevió, ni más ni menos, a proclamarse abierto admirador del Duce y
del fascismo. Sin ambages, declaró que para Italia no ha habido algo mejor,
pues “el fascismo tiene una tradición de honestidad, rectitud y buen gobierno”.
Vituperado por la mayoría de los italianos, no tuvo más remedio que recoger pita
y metamorfosearse, a partir de ese momento, en un mejunje de político rayano en
un post fascismo edulcorado con ribetes seudo democráticos. Fue un artilugio de
trasformismo político mediante el cual escondió (o trató vanamente de ocultar)
sus raíces fascistas.
Hoy por hoy, sin
embargo, al frente de la Alianza Nacional, no ha abandonado las posiciones
fascistoides que defiende a ultranza. ¿Podría ocultarlo con una simple visita al
campo de prisionero de Auschwitz y con esgrimir una pálida condena al
holocausto, cuando uno de sus más cercanos colaboradores, el presidente de la
región de Latium, desarrolló una práctica cacería cultural contra todo aquello
que le pareciera “comunista”.? Fini, por su parte, ha presionado para que el
gobierno de derecha implemente una política francamente discriminatoria con
respecto a los emigrantes que arriban al país, mostrando un racismo acendrado
que no lo diferencia en mucho de los propios racistas de la Liga del Norte, una
xenófoba organización que también integra la coalición de gobierno.
Pues es este mismo señor quien, desde su puesto de
representante de Italia en la Unión Europea, se ha encargado de atacar a Cuba de
manera reiterada y vergonzosa, tanto a ese nivel como dentro de su propio país.
Fue precisamente la organización que preside, la Alianza Nacional, la que a
fines de abril de este año solicitó una revisión total de las relaciones con
Cuba dentro de la Cámara de Diputados italiana. En la voz de Gustavo Selva,
miembro de su partido y presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de
dicha Cámara, se dejaron escuchar las más infundadas calumnias y acusaciones
contra la Isla. De la misma manera, en forma grosera e ingerencista, otro
miembro de AN y diputado por ese partido, Nino Strano, presentó una moción llena
de falsedades y cuestionando el derecho de Cuba a defenderse de las agresiones,
el terrorismo, y de la actividad de la contrarrevolución interna.
Realmente
sorprende que Gianfranco Fini y su Alianza Nacional, de abierta posición
fascista, se dediquen a atacar a Cuba de manera burda y descarada. Asiduos
visitantes en nostálgicas peregrinaciones a Predappio, pueblo natal del Duce, no
pueden sustraerse de su esencia facistoide. Tampoco resulta raro encontrárselos
en Il Federale, restaurante ubicado en los exteriores de Roma, donde degustan
botellas de vino cuya etiqueta presenta la imagen de Mussolini. Es posible que
allí, mientras entonan “a tutta voce” la giovinezza, el himno de los viejos
fascistas italianos, se dediquen a preparar mociones anticubanas, acusando a la
Isla de violar derechos humanos, de supuestas ejecuciones extrajudiciales y
otros crímenes inventados.
¿Qué moral pueden tener aquellos que lanzan infamias
contra los cubanos, si llevan en el alma y en las ideas las doctrinas de aquel
que lanzó a su país a la guerra, esgrimiendo la absurda teoría de que los
problemas del desempleo se resuelven mediante la agresión y la contienda bélica
contra naciones más débiles? ¿Se han olvidado que el fascismo que hoy aplauden
fue una de las expresiones más representativas de la intolerancia política? ¿Qué
democracia pueden defender aquellos que alaban la figura de quien proscribió el
nombre de Einsten en la prensa italiana, felicitó a quienes agredieron al famoso
Arturo Toscanini por el delito de negarse a ejecutar la giovinezza y persiguió a
intelectuales, maestros y ciudadanos progresistas?
El Duce, se han olvidado, explotó los sentimientos
de nacionalismo y las oxidadas añoranzas por el Imperio romano, para cultivar un
ideal espartano y un culto desmedido a la virilidad, que lo llevó a proclamar
en 1938, mediante un artículo aparecido en “Il Popolo d´Italia” el carácter ario
de los italianos y sentó con el mismo las bases para la persecución y ataques a
los judíos, aún antes que Hitler. No es extraño, por tanto, que varios de los
partidos de derecha que gobiernan hoy Italia se sustenten en la xenofobia y el
racismo, tal como ocurre con la Alianza Nacional y La Liga del Norte. ¿Qué apego
a la democracia pueden tener con sinceridad quienes sustentan el fascismo como
ideología? ¿Es que realmente les preocupa la democracia en Cuba o usan este
argumento sólo para obtener mayor espacio político y servir a la ultraderecha
internacional?
¿Cómo puede interesarles a Fini y a la Alianza
Nacional una supuesta represión en Cuba cuando defienden las ideas del propulsor
de aquella doctrina que implementó la más feroz persecución en la Italia
fascista, el mismo que ordenó el arresto en 1926 de todos los dirigentes y
diputados comunistas; quien propició la expulsión del parlamento de los
diputados socialistas y arrojó a disidentes políticos y opositores a cruel
prisión en diversas islas ubicadas alrededor de la península italiana?
Todo parece indicar, pues, que estos señores
fascistas italianos no difieren de sus amos del Norte al juzgar con un doble
rasero conceptos tales como los derechos humanos y la democracia. No puede ser
realmente democrático quien apoya la desigualdad “irremediablemente fecunda y
bienhechora de los hombres, tal como lo sostuvo el Duce.
Un aspecto de su líder espiritual que no ha olvidado el señor Fini, es el
intento de Mussolini por adoctrinar a los más jóvenes. Siguiendo este concepto,
la Alianza Nacional se ha dedicado a formar pequeños grupos de estudiantes
agrupados en la Azione Giovanni y la Azione Universitaria. Usándolas como fuerza
de choque al estilo de las balillas de los viejos tiempos del fascismo, se han
convertido en instrumentos de la AN en su actual campaña anticubana.
Capitaneadas por Giorgia Meloni y Francesco Grillo,
estas organizaciones minúsculas se han dedicado a promover acciones hostiles
contra la Revolución, en franca asociación a contrarrevolucionarios cubanos
radicados en Italia y agrupados en la no menos insignificante Unión por la
libertad de Cuba.
Un grupo de
estas personas se dedicó a molestar en el aeropuerto de Fiumicino a turistas
italianos que viajaban a Cuba. El 11 de agosto de este año se dedicaron a
distribuir entre los viajeros, mediante el acoso más desvergonzado, un pequeño
libelo cargado de mentiras sobre la realidad cubana. Vestidos con una camiseta
en la que rezaba “Cuba no es libre”, vieron frustradas sus intenciones cuando
sólo un reducido grupo de turistas les prestó atención. La gran mayoría viajó a
la Isla y pudo comprobar el carácter falsario de la intención de este grupúsculo
facistoide.
Hace apenas
cuatro días, en una continuación de sus constantes provocaciones contra
representaciones diplomáticas cubanas en Italia, trataron de montar un show
propagandístico frente a la embajada cubana en Roma. Fracasaron.
Cualquier intento de los fascistas italianos por
promover campañas anticubanas no verá coronado el éxito. Mientras ellos
representan un grupo minoritario de fascistas trasnochados, miles de italianos
apoyan a Cuba. No cabe la menor duda al respecto. La fuerza de la solidaridad
está con la Revolución, es decir, la mayoría del pueblo cubano. Los otros, la
Alianza Nacional y sus instrumentos de corte vandálico, defensores de quienes
promueven la contrarrevolución, carecen de fuerza y representatividad como
ocurre con los “gusanos de aquí y de Miami. Esa es la verdad.