DAL NS. AGENTE ALL'AVANA

 

 

REFLEXIONES SOBRE UNA CARTA DE GERARDO HERNANDEZ NORDELO: “UNA PODEROSA INYECCION DE FIRMEZA Y OPTIMISMO”.

 

Cuando yo celebraba en Cuba mi 54 cumpleaños, rodeado de familiares y amigos más cercanos, no podía imaginar que desde una lejana celda de la Prisión de Lompoc, en California,  alguien muy querido por el pueblo cubano y por los luchadores de todo el mundo se acordaba de mí en esta ocasión especial. Desde su cruel encierro, que ofende a la verdad y a la justicia, el joven Gerardo Hernández Nordelo escribía, con puño firme y seguro, una hermosa carta cargada de enorme optimismo y firmeza revolucionaria, invitación innegable a no cansarse jamás ante la adversidad y obligado reclamo a uno mismo para llegar a transformarse  cada vez en un hombre mejor y más completo. Desde que el sobre fue depositado en mis manos por su esposa Adriana, pude distinguir en él, dibujada con trazos firmes, nacidos de de la convicción más profunda y de una perenne cubanía, una hermosa bandera cubana flotando al viento y mostrando lo majestuoso de una serena  dignidad. Para el compañero Percy Francisco Alvarado Godoy “Fraile”, dice el sobre blanco y poblado en sus extremos por bandas azules y rojas, en las que pude descubrir la sangre  escarlata que habita el cuerpo del héroe y su añoranza permanente por el mar y el cielo de su tierra lejana, pero habitantes obstinados de sus más nobles sentimientos y en su resistencia casi mágica.

Después mis ojos se toparon con una tarjeta que contiene una foto en la que aparece parte del pueblo norteamericano,  desfilando en una de las tantas  batallas cotidianas libradas por ellos y  que nos hacen menos frío e impersonal al frío Norte, aviso innegable de que allí, en Nueva York o en San Francisco, en cualquier ciudad de la Unión, tiene el cubano bueno un hermano más. Allí estaba Gerardo, en una pancarta, unido a Ramón, Fernando, Tony y René, como lo han  estado en el corazón de su pueblo, junto al reclamo decidido de los buenos norteamericanos amantes de la verdad y la justicia. ¡Stop terrorismo against Cuba from Miami!, pude leer en un cartel portado por una joven. ¡Free the five cuban prisioners in US prison!, decía una gran pancarta, mientras en otra más pequeña pude leer: ¡To stop the war and facism!

Al lado de la tarjeta, elaborada por la mano sencilla del artista que pervive obstinadamente en él, contra viento y marea, pude leer:

Para nuestro hermano “Fraile”,

Agradeciéndole su importante solidaridad con los Cinco, y el sacrificio realizado en defensa de su pueblo cubano.

Con un fuerte y revolucionario abrazo:

Gerardo Hernández Nordelo

Prisión Federal de Lompoc

Julio del 2003.

 

Entonces apareció ante mí toda la verdad. Gerardo confía plenamente en la solidaridad humana porque él en sí mismo, al igual que sus hermanos injustamente prisioneros, son la  expresión más clara de lo que son la solidaridad y el humanismo. Empequeñecido por la fuerza del héroe, me sentí no merecedor de su agradecimiento y sí comprometido con él hasta las últimas consecuencias. Hombres como él, me dije, no asoman desde su infortunio una sola muestra de pena y son capaces de inyectar optimismo y fuerza en los demás. Hombres como esos merecen, indudablemente, la Victoria. Después vino la carta. La misma letra  clara, inconfundible, serena. Y en ella, un escueto desfile de convicciones más poderosas y enormes que las palabras contenidas en el papel. Allí estaba Gerardo ante mí, cercano, casi tangible, honrándome y comprometiéndome aún más con la misma causa que abrazamos al elegir el digno camino de los héroes anónimos del pueblo. Allí estaba él en toda su estatura:

 

Prisión Federal de Lompoc, California.

Julio 19, 2003.

 

Querido hermano “Fraile”:

Llevo ya varios meses aplazando el deber de escribir estas palabras y es que en la “batalla” que orgullosamente tenemos con la correspondencia, la tendencia es siempre sacrificar a “la familia”. De todos modos, nunca es tarde para agradecer a un hermano su solidaridad, sobre todo si, como en este caso, hay razones adicionales para que ésta nos estimule y aliente de manera muy especial. Gracias por su excelente exposición para nuestro juicio, por la hermosa carta, y por dedicarnos los primeros ejemplares de “Confesiones de Fraile: una historia real de terrorismo”, enérgica denuncia que pone al descubierto la doble moral del gobierno norteamericano.

Gracias también por tenernos siempre presentes en las entrevistas y artículos, muchos de los cuales he tenido oportunidad de leer, y por el apoyo y aliento a nuestros familiares.Desde las cárceles de imperio reciba el fuerte abrazo de los Cinco, con la certeza de que algún día nos lo daremos en la Patria.

¡Hasta la Victoria Siempre!

Gerardo Hernández Nordelo.

Cuando culminé de leer la carta, tome la firme resolución de darla a conocer a todo nuestro pueblo, no tan sólo para compartir con él este sano orgullo que experimento al leerla; más que eso, mucho más. Compartir esta carta con las gentes que aman a Cuba es acercarlas al héroe que vive en ella, el que destila cada palabra suya, amasada en terca y asombrosa esperanza y apuntalado en la prisión, como un gigante, de poderosas e irreductibles convicciones.

Aquí está Gerardo, pues, llamando a la solidaridad con la dignidad propia de quien la reparte en cada acto cotidiano, invitándonos a no cansarnos en esta permanente batalla contra el terrorismo y la injusticia, a favor del optimismo y la intransigencia revolucionaria. La carta, a qué negarlo, no tiene un solo lamento, ni una frustración. Resuma optimismo y es un canto por la vida, a favor de la paz y por el triunfo de la justicia. Así debemos verla. Para mí, lo confieso, fue motivo de una gran alegría. El mejor regalo de cumpleaños es haberla recibido y ella entraña para mí un mayor compromiso para seguir adelante. No hay mejor inyección para seguir luchando por Cuba y no hay mayor honra que haber sido su destinatario. Así de simple, así de grande, así de hermoso.

 

 

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