BALANCE NECESARIO TRAS CINCO AÑOS DE INJUSTICIA
“La victoria ya se logró en la corte al decir, en el
corazón de la Mafia, la verdad sobre su terrorismo contra el pueblo cubano; al
sentar en el banquillo de acusados a los terroristas y desenmascararlos.”
Antonio Guerrero (Fragmento de una carta enviada al
autor).
El próximo día 12 de septiembre se cumplen cinco
años de la captura en la ciudad de Miami de un grupo de personas, entre las que
se encontraban Gerardo Hernández Nordelo, Ramón Labañino Salazar, René González
Sehwerert, Fernando González Llort y Antonio Guerrero Rodríguez, acusadas de
realizar labores de espionaje en Estados Unidos. De acuerdo con un reporte
aparecido en el libelo de la Mafia tres días después, los detenidos
representaban “una peligrosa amenaza” para la seguridad nacional: Raúl
Fernández, agente especial del FBI, presentó un informe ante el juez Barry L.
Garber, según el cual “la mayoría de los acusados son oficiales de los servicios
de inteligencia del gobierno de Cuba, quienes residían en Estados Unidos con
identidades falsas y controlaban a otros agentes reclutados para labores de
espionaje, infiltración en organizaciones del exilio, así como la manipulación
de medios de prensa, organizaciones políticas y la opinión pública. “
No dudaron, pues, las autoridades norteamericanas en
endilgarles los más absurdos cargos y acusaciones. Al respecto, continúa
señalando el Nuevo Herald: “Los acusados enfrentan cargos de ``conspiración y
fraude contra el gobierno'', violación de la ley que obliga al registro de
``agentes de un país enemigo'', y el más grave de todos, que puede llevar a
cadena perpetua sin derecho a libertad bajo palabra, ``envío de informaciones
relacionadas con asuntos de defensa a un gobierno extranjero'', o sea,
espionaje.”
Se iniciaba de esta forma una larga odisea para
estos cinco jóvenes cubanos cuyo delito fue, en realidad, haber penetrado a
grupos terroristas radicados en Miami, cuya misión ha sido agredir a la Isla
durante más de cuarenta años mediante el terror más criminal y desenfrenado, el
sabotaje indiscriminado y otras formas de violencia, cuyo costo ha sido el de
más de tres mil cubanos asesinados a lo largo de este tiempo, más de dos mil
heridos y cuantiosos daños materiales.
No fue raro, entonces, que los acusados fueran
sometidos a las más crueles y execrables presiones con vistas a que reconocieran
los delitos que las autoridades judiciales y el FBI trataban vanamente de
endilgarles. Más de diecisiete meses de detención y extremo confinamiento,
distintos tipos de amenazas, torturas sicológicas y una amplia variedad de
maniobras fueron usadas para quebrar sus voluntades. Nada lograron en su
empeño.
El ensañamiento en la prisión no se hizo esperar.
Sin motivo alguno fueron enviados al hueco en dos oportunidades, por períodos de
tiempo superiores al establecido para este tipo de castigo. El aislamiento
injusto se sumó a la imposibilidad de mantener una comunicación fluida con sus
abogados y con sus familiares.
Desde el 29 de septiembre de 1998, en que fueron
trasladados a la Unidad de Albergamiento Especial, hasta el 3 de febrero del
2000 en que salieron de allí, los malos tratos y vejaciones alcanzaron niveles
sorprendentes. El confinamiento en solitario se extendió hasta marzo de 1999,
privándoseles de toda comunicación con el exterior. Luego se les colocó en
parejas rotativas en el hueco hasta el 3 de febrero del 2000. Fueron 17 largos
meses de vejaciones, crueldad inusitada y trato inhumano, hasta que fueron
reintegrados al sistema carcelario regular, aunque soportando serias
limitaciones de comunicación con el exterior.
Una vez iniciado el juicio a los cinco jóvenes
antiterroristas, estos sufrieron nuevamente un periodo de encierro en solitario
que se extendió desde el 26 de junio hasta el 13 de agosto. Fueron otros 48 días
de adicional tortura.
¿Qué perseguían las autoridades norteamericanas con
tamaña crueldad? No cabe dudas que intentaron entorpecer el trabajo de los
abogados defensores, a la par que minar la voluntad de los detenidos. Ellos,
mientras tanto, haciendo gala de una gran solidez de convicciones, escribieron
una carta al pueblo norteamericano en la que validaban su conducta plenamente
humana y revolucionaria.
Mientras fueron sacados del hueco como resultado de
las denuncias de sus abogados ante tan desalmada crueldad y el clamor mundial
para impedir este salvaje castigo, las autoridades norteamericanas mantuvieron
diversas formas de incomunicación con los detenidos, tales como quitarles sus
radios, privarlos de algunas pertenencias personales y disponer de papel y
lápices para escribir. El poderoso imperio temía, evidentemente, a la palabra
firme y segura de sus detenidos.
Con uno de los detenidos, René González, el crimen
fue mayor, impidiéndole la comunicación con sus hijas. Este acto de crueldad,
violatorio de la Declaración de los Derechos del Niño, aún se mantiene en el
caso de la pequeña Ivette. En una demostración de total desfachatez, quisieron
sobornar a René con la promesa de no deportar a su esposa e hijas a cambio de
que aceptase la culpabilidad con respecto a los cargos inventados que se le
imputaban.
Después vino un juicio amañado cuyas consecuencias
todos conocemos. Muchos factores convergieron en el desenlace esperado por casi
todas las personas que lo siguieron día a día.
Según analiza el doctor Rodolfo Dávalos en el
artículo “La Inquisición”, aparecido el domingo 7 de septiembre, cuatro causales
determinaron el resultado desfavorable para los acusados:
·
La Corte de distrito se equivocó al denegar el cambio de sede (no hubo jurado
imparcial);
·
no existían pruebas para probar que se transmitiera información sobre la defensa
nacional de los Estados Unidos (no hubo espionaje);
·
la Corte de distrito se equivocó al rechazar la solicitud de la defensa para que
se instruyera a los jurados sobre la tesis del “estado de necesidad”(causa de
justificación);
·
y la Corte de distrito se equivocó al imponer una pena mayor por un supuesto uso
de conocimientos especializados (la pena fue excesiva).
Todo resultó una bochornosa confabulación encaminada
a castigar a Cuba a través de estos cinco luchadores contra el terrorismo. Se
desoyeron 44 precedentes judiciales, se violaron descaradamente, en este caso,
las Enmiendas Quinta, Sexta y Octava de la Constitución norteamericana, se
impuso la sede menos adecuada para celebrar la vista judicial, se seleccionó un
jurado dispuesto a plegarse a las presiones de la Mafia terrorista e intolerante
que domina la ciudad, lo que se sumó a una inexplicable tolerancia de la juez.
Todos estos factores pusieron el caso, “en bandeja de plata”, a favor de los
fiscales.
Hoy la batalla por los cinco condenados injustamente
se desarrolla en el Onceno Circuito de Atlanta. La batalla por la liberación de
estos Cinco Héroes, en indudable “in crescendo”, Allí se pondrá nuevamente a
prueba la honra de la justicia proclamada por los norteamericanos. Allí se
salvará el honor de la legislación de ese país o se podrá hacer trizas, dándole
un oprobioso espaldarazo a la verdad y a la razón.
Aunque el juicio fue desfavorable para nuestros
compañeros de lucha, fue una victoria pírrica para la fiscalía y para la mafia
terrorista a la que quiso complacer. Allí, mediante valientes alegatos, la
presentación de testigos por parte de la defensa y la aportación de pruebas por
la misma, se puso al desnudo al terrorismo contra Cuba y la complicidad de las
autoridades norteamericanas con el mismo. Nunca antes hubo una denuncia de tal
magnitud en las propias entrañas del monstruo.
Algunos fragmentos de los alegatos ejemplifican la
victoria alcanzada en las voces enérgicas de estos valerosos jóvenes,
convertidos de acusados en acusadores:
René González Sehwerert dijo con voz firme antes de
recibir la injusta condena:
Pero yo no pierdo las esperanzas en la raza humana y
en su capacidad de guiarse por esos valores, después de todo tampoco creo que
Washington, Jefferson y Lincoln fueran mayoría en la época en que les tocó dejar
sus huellas en la historia de esta nación.
Y mientras estos sórdidos tres años se van haciendo
historia y tras una montaña de argumentos, mociones y tecnicismos, se va
enterrando una historia de chantajes, abusos de poder y el más absoluto
desprecio a tan ponderado sistema de justicia, para pulirla y darle un brillo
que nunca tuvo, nosotros seguiremos apelando a esos valores y a la vocación por
la verdad del pueblo norteamericano con toda la paciencia, la fe y el coraje que
nos puede infundir el crimen de ser dignos.
Por su parte, Ramón Labañino Salazar, también
levantó el dedo acusador contra los enemigos de Cuba y dio muestras de gallardía
y fidelidad a sus convicciones, al decir:
Señores fiscales, les guste o no, Cuba es un país
independiente y soberano, tiene su propio gobierno legítimo, su propio
Presidente, sus mártires y héroes, y sus propias convicciones. Cuba es igual que
Estados Unidos. ¡A Cuba, señores, hay que respetarla!
Comprendemos los esfuerzos que se hicieron por
lograr un juicio imparcial; pero la ciudad de Miami no es lugar para lograr
tales propósitos cuando se trata de Cuba. He ahí, posiblemente, el error más
crítico en nuestro caso: realizar el juicio en esta ciudad.
¡Si por evitar la muerte de seres humanos inocentes,
si por defender a nuestros dos países del terrorismo, y evitar una invasión
inútil a Cuba es por lo que se me condena hoy, pues bienvenida sea!
¡Llevaré el uniforme de recluso con el mismo honor y
orgullo con que un soldado lleva sus más preciadas insignias! ¡Este ha sido un
juicio político y, como tal, nosotros somos prisioneros políticos!
Gerardo Hernández Nordelo, sobre quien recayó la
sanción más desproporcionada, no perdió su estirpe de cubano digno, al acusar
también al terrorismo contra su Patria:
Que sepan los señores fiscales que la única sangre
que podría haber en estas manos es la de mis hermanos caídos o asesinados
cobardemente en las incontables agresiones y actos terroristas perpetrados
contra mi país por personas que hoy caminan tranquilamente por las calles de
esta ciudad. Sangre por la que un día juré que estaría dispuesto a sacrificar mi
propia vida si con ello podía proteger a mi pueblo de semejantes crímenes.
Fernando González Llort, haciendo gala de una sin
par dignidad, también puso el dedo en la llaga con respecto al derecho legítimo
de Cuba a defenderse contra el terrorismo lanzado desde la misma ciudad desde
donde se les juzga:
Cuba, que ha sufrido ataques terroristas durante 42
años, tiene derecho también a defenderse de esa manera. Hoy la nación americana
se une en la lucha contra el terrorismo, algo que para mi país ha sido una
necesidad y una realidad desde hace muchos años.
No puede haber doble rasero. El terrorismo debe ser
combatido y eliminado tanto si se comete contra un país grande y poderoso como
si es contra países pequeños. No hay terrorismo malo y terrorismo bueno.
Por último, el joven Antonio Guerrero Rodríguez,
dándole a la poesía el filo necesario de la denuncia, expresó:
Por su sentencia, mis entrañables hermanos y yo
deberemos guardar una injusta prisión, pero desde allí no descansaremos en la
defensa de la causa y los principios que hemos abrazado.
Llegará el día que ya no vivamos en la zozobra del
temor y la muerte, y en ese día de la historia, se verá la justicia real de
nuestra causa.
Todo balance de lo sucedido en estos cinco años debe
empezar precisamente por reconocer eso: el juicio fue una victoria del
antiterrorismo sobre el terrorismo criminal de la mafia cubano americana, pues
se denunciaron, en el propio patio de estos asesinos, los crímenes cometidos por
ellos. De la misma manera, el juicio a los Cinco puso al desnudo el doble rasero
de la política norteamericana sobre el terrorismo, la confabulación de la Casa
Blanca con los peores criminales de la historia, así como su papel como
alentador de sabotajes, agresiones y asesinatos en nombre de la “democracia”.
También es necesario resaltar en este balance el
enorme aporte realizado por Gerardo, Tony, Ramón Fernando y René a favor de la
batalla de ideas que libra nuestro pueblo. Sus voces enérgicas y su actitud
inquebrantable a favor de su pueblo y del legítimo derecho a defenderse, su
propio ejemplo, se convirtieron en poderosos acicates para continuar la lucha de
los cubanos contra las dificultades, contribuyeron a fortalecer la confianza del
pueblo en su Revolución y prestigiaron a Cuba ante el mundo. Tuvieron el alto
mérito de haber llevado la Batalla de Ideas al propio patio de nuestros
enemigos.Otro aspecto a destacar es que nuestros Cinco Héroes expresan hoy por
hoy, con lo ha sido siempre el Che, la expresión más clara del sentimiento
solidario de nuestro pueblo. A pesar de las injustas condiciones de hacinamiento
en que se encuentran y de la necesaria solidaridad que su caso exige, ellos
mismos se han convertido en promotores de solidaridad hacia otras causas justas.
Han sido, a qué negarlo, embajadores de Cuba en las oscuras celdas, pero capaces
de emanar luz y fuerza más allá de los barrotes. Al cumplirse, pues, estos cinco
años de batalla por la justicia, a la que se han sumado más de 190 comités
mundiales de solidaridad con los Cinco, el balance arroja el necesario
compromiso a mantener esta lucha con nuevos bríos y mayor confianza en la
victoria. Algún día el mundo será una gran tribuna antiimperialista, como la que
erige en el malecón habanero y nuestro pueblo, junto a los amigos solidarios del
mundo, los recibirá ya libres y mirando hacia el futuro con contagioso
optimismo.

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