¿Qué intereses defiende Mike Smith en Ginebra?
ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL DUDOSO PAPEL DEL EMBAJADOR AUSTRALIANO,
MIKE SMITH, EN EL SEXAGESIMO PERIODO DE SESIONES DE LA CDH EN GINEBRA
Desde el
mismo momento en que fue elegido para presidir el Sexagésimo Período de
Sesiones de la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra, el embajador
australiano Mike Smith estaba predestinado a servir incondicionalmente a
los intereses más conservadores dentro de la misma, integrados por
Estados Unidos, la Unión Europea y su propio país, Australia. Servidor
de la política exterior australiana, todo su desempeño, sin lugar a
dudas, estaría enfocado a salvaguardar el alineamiento bochornoso de
Australia con Washington en los más esenciales problemas mundiales del
momento, en detrimento de las aspiraciones de los países del Tercer
Mundo presentes en la cita.
Propuesto
por los países occidentales, con la consabida anuencia de Estados
Unidos, Mike Smith dio un mal paso el mismo día de la inauguración de
los debates, el pasado 15 de marzo. Haciendo caso omiso a los urgentes
reclamos en materia de derechos humanos que afectan a la humanidad y en
franco espaldarazo a temas como la violencia contra las mujeres, las
detenciones arbitrarias y extrajudiciales, las hambrunas y la pobreza en
gran parte del mundo, así como la situación de la niñez, el australiano
declaró a la prensa: “Pienso, con respeto, que ésta es una semana en la
que prefiero focalizarme en los derechos de la gente que está siendo
asesinada y lesionada como consecuencia del terrorismo.”
Sus
declaraciones, expresadas dentro del contexto del reciente atentado en
Madrid, no despertaron sospechas de inmediato. Sin embargo, estaba claro
que las mismas coincidían con el discurso político esgrimido por
Washington en el plano internacional de subordinar cualquier acción a la
cacareada lucha contra el terrorismo, sin profundizar en los males de
fondo que lo generan y en cómo estas propias políticas son causales
directas de este fenómeno.
Luego de
manifestar su interés por abordar con más urgencia los temas sobre el
terrorismo, falla al respecto al permitir la presencia de un terrorista
en las sesiones de la CDH, Luis Zúñiga Rey, incorporado bochornosamente
por la delegación norteamericana en este período de sesiones, a pesar
de los reclamos de Cuba.
Otra parte
controvertida, fue el interés por abordar —siguiendo el compás de
Washington y sus socios de la UE— exclusivamente el terrorismo,
desoyendo las demandas de México por nombrar a un experto de la ONU que
se encargue de evaluar cómo las medidas antiterroristas lesionan los
derechos humanos de los ciudadanos, tal como ocurre actualmente en
Estados Unidos, España, la propia Australia y otros países del orbe.
Tal vez el
momento de mayor entreguismo a la política norteamericana por parte de
Mike Smith lo representó su actitud hacia los libres planteamientos de
la delegación cubana. Para los participantes en las sesiones en Ginebra
hubo dos momentos cruciales que pusieron en evidencia su incondicional
apoyo a Washington y a la Unión Europea, es decir, a los poderosos.
En primer
lugar, como ya señalamos, desoyó la solicitud cubana de expulsar de las
sesiones al terrorista Luis Zúñiga Rey.
En segundo
lugar, cuando el diplomático cubano Iván Mora impugnó el informe de la
Representante Especial del Alto Comisionados de las Naciones Unidas
sobre Derechos Humanos, la jurista francesa Christine Chanet, por
tildarlo de falta de objetividad y coincidir con los cuestionables
argumentos esgrimidos por los enemigos de la Revolución Cubana, Mike
Smith interrumpió al diplomático cubano en cinco oportunidades. Ante
estas injustificadas interrupciones, favoreciendo sin embargo a las
réplicas de representantes norteamericanos, la voz de Cuba se dejó
escuchar como “el arma principal para enfrentar las pretensiones de
condena de Washington y sus aliados, según Rodolfo Reyes, diplomático
de la Isla perjurada.
La
actuación de Mike Smith puso en duda sus declaraciones a la prensa
cuando conoció su nombramiento como presidente del actual Período de
Sesiones en Ginebra, el 20 de enero de este año, cuando declaró “Seré
tan justo, equilibrado y equitativo… como debe serse”. ¡Mentira! La
actuación de Smith con respecto a Cuba ha mostrado una parcialidad
descarada, fundamentada en el propio voto anticubano por parte de
Australia, en el pasado 59 Período de Sesiones, cuando se alineó junto a
Estados Unidos y un grupo de sus lacayos para votar la anticubana
resolución L.2, votada el pasado 17 de abril de 2003.
Días
después, en el contexto del actual Período de Sesiones, y al referirse
al X Aniversario del genocidio ocurrido en Ruanda, Mike Smith expresó:
“Tenemos que reflexionar en cómo asegurarnos de que esto nunca más
vuelva a ocurrir. Damas y caballeros, les pido ponerse de pie y guardar
dos minutos de silencio”.
La memoria del señor Smith
pareció fallarle otra vez. ¿No es acaso genocidio el efectuado en su
propio país contra los indígenas, donde se acabó con medio millón de los
mismos en casi una centuria? ¿No es acaso genocidio el efectuado contra
los pueblos de Irak y Afganistán, perpetrados por Estados Unidos, y en
los que estuvieron involucradas tropas australianas? ¿No es acaso
genocidio el que tiene lugar contra el pueblo palestino?
Mike Smith y la delegación
australiana apoyaron vasallezcamente a los norteamericanos cuando se
quiso condenar a Israel por su política de terrorismo de estado, la que
provocó hace unos días la muerte del jeque Ahmed Yassin. No resultó
extraño que salieran en defensa del agresor sionista los mismos que hoy
ostentan las posiciones más derechistas en Ginebra (entiéndase EE UU,
la Unión Europea y Australia).
El alineamiento australiano
a favor de Washington, reconocido por el propio Departamento australiano
de Asuntos Exteriores y Comercio en sus documentos oficiales se basa,
según los mismos, “en una larga tradición de cooperación en defensa,
valores democráticos comunes, estrechos lazos económicos y demás
intereses en común”.
A través de la ASEAN,
Australia ha desarrollado un dudoso protagonismo a favor de apoyar los
intereses geoestratégicos norteamericanos en el Pacífico, convirtiéndose
en un aliado incondicional de los Estados Unidos, en franca alianza con
Nueva Zelandia en ese empeño.
Siguiendo el bochornoso
papel de peón de EE UU, Australia invadió prácticamente las Islas
Salomón, situadas en el Pacífico Sur, con la tácita aprobación del
gigante del Norte, Francia y Japón. Fue, sin lugar a dudas, un poderoso
despliegue militar con el objetivo de salvaguardar los intereses
geopolíticos norteamericanos y de los grandes capitalistas australianos.
Australia ha sido, entonces,
un acompañante incondicional de Washington en sus últimas aventuras
belicistas y ha estado presente en Corea, Viet Nam, Afganistán e Irak,
corriendo sus soldados la misma suerte que los invasores norteamericanos
en muchas ocasiones. Tuvo razón Mark Purcell, miembro de la Comisión
Católica para la Paz y la Justicia de Australia, al acusar al gobierno
conservador de John Howard de involucrarse en la guerra de Irak, la cual
provocó casi 10 000 víctimas civiles en ese país.
Por todos estos argumentos,
no se puede pedir de Australia, ni de Mike Smith, un alineamiento a
favor de quienes ven realmente violados sus derechos humanos en el
mundo.
¿Qué puede pedírsele a Mike
Smith en materia de defensa de los derechos humanos, cuando su propio
gobierno ha sido acusado de violar, en diciembre de 2003, los derechos
humanos de niños inmigrantes, a 188 de los cuales mantiene encerrados en
dudosas condiciones?
¿Qué respeto puede haber
hacia los derechos humanos por parte de un señor cuyo gobierno ha sido
el culpable de elaborar una ley antiterrorista y presentarla en junio
de 2003, entre cuyo contenido se faculta al gobierno a encarcelar a
niños menores de 16 años de edad por el solo delito de parecer
sospechosos? Esta infame ley otorga también poderes especiales a las
autoridades, similares a los que existen actualmente en Estados Unidos,
y que son usados para violar los derechos de sus ciudadanos.
Por último, qué defensa
real de la verdad y de la justicia puede esperarse de quien tiene la
conciencia enlodada, al sostener un régimen de marginación con los
aborígenes australianos. ¿Se ha olvidado Mike Smith que los indígenas de
su país apenas tienen una esperanza de vida de 45 años cuando el resto
de los ciudadanos alcanzan una media nacional de 76? ¿Desconoce, acaso,
que la mortalidad infantil de estas personas segregadas es 500 %
superior al de los blancos?
Todas estas reflexiones,
amigo lector, nos permiten comprobar que el señor Mike Smith, vedette de
turno de los poderosos en Ginebra, así como los intereses que
representa, carecen de moral para juzgar a Cuba. Si ellos han fomentado
en sus países un clima de irrespeto hacia la dignidad humana, no
permitiremos que lo hagan con nosotros.
Retomo las palabras del
diplomático cubano Iván Mora ante la complicidad de Smith con los
enemigos de Cuba, para explicar nuestra verdad. La única que existe para
nosotros: “Y escúchenme bien, señores imperialistas, nada ni nadie podrá
arrebatarnos lo que tanto nos ha costado conquistar. Es por ello que,
frente a sus sucesivos intentos de condenar y destruir a la Revolución
Cubana, nuestro pueblo tiene una sola respuesta, su inclaudicable
convicción de Patria o Muerte: ¡Venceremos!”

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