Esa mujer toda sencillez y
entusiasmo, acarició la idea de apoyar la creación de los Círculos
Infantiles donde las madres trabajadoras pudieran dejar a sus hijos
mientras laboraban. Ese amor a los niños y a tan noble idea fue lo que
la empujó esa noche a la muerte. Regresó para rescatar los fondos de la
recaudación para construir dichos círculos, los que se hallaban en su
taquilla. Las llamas, sin embargo, le impidieron salir y salvarse.
No tuvo dudas nuestro pueblo
de cuál había sido la mano criminal que segó la vida de Fe del Valle y
destruyó "El Encanto". Poco tiempo después serían capturados los
involucrados en este criminal sabotaje.
El principal encartado,
Reynold González, cabecilla de la organización terrorista Movimiento
Revolucionario del Pueblo y agente de la CIA, fue detenido el 11 de
octubre de ese mismo año, al igual que otros criminales como Carlos
González Vidal, Dalia Jorge Díaz y Juan Izquierdo Díaz. Antonio Veciana
Blanch, jefe militar de este criminal grupo escapó hacia los Estados
Unidos.
Los principales instigadores
de este criminal hecho, radicados en las oficinas de la CIA en Langley,
Virginia, escaparon sin embargo a la justicia.
No contentos con la derrota
recibida en Girón, la CIA y sus lacayos en Cuba fraguaron otros
criminales atentados como el ocurrido en el cine "Riego", ubicado en
Pinar del Río, ocasión en que hirieron a 40 personas (26 niños y 14
adultos). Este sabotaje puso en evidencia la falta de escrúpulos de los
servidores del imperialismo y su odio irracional hacia el pueblo cubano
y su Revolución.
Abril de 1961 trajo muerte a
los cubanos. Muchos murieron defendiendo a la Patria de la artera
agresión ocurrida en Girón. Otros fueron asesinados por las armas y
aviones de los mercenarios, tal como ocurrió con Eduardo García Delgado.
Pero habría para ellos otros tristes abriles por venir.
El terror contra Cuba
continúa en abril.
Las organizaciones
contrarrevolucionarias radicadas en Estados Unidos desarrollaron una
criminal beligerancia contra los intereses de Cuba en el exterior y
contra quienes simpatizaban con la Revolución en diferentes lugares del
mundo. Decenas de atentados se ejecutaron contra misiones diplomáticas y
representaciones cubanas en otros países.
El 4 de abril de 1972 fue
asesinado el funcionario cubano Sergio Pérez del Castillo, cuando manos
criminales de Omega-7, una de las más despiadadas organizaciones
terroristas, colocaron una bomba en la oficina comercial de Cuba en
Montreal, Canadá.
Hoy se conocen los
detalles. Dirigida por el archicriminal Eduardo Arocena, Omega-7 agrupó
a asesinos de la talla de Pedro Crispín Remón y Ramón Saúl Sánchez. Uno
espera sentencia junto a Luis Posada Carriles en Panamá, mientras el
otro se pasea libremente por las calles de Miami y planifica
provocaciones y otros oscuros planes contra Cuba. Fueron estos
individuos quienes asesinaron al cubano Sergio Pérez del Castillo,
enlutando su hogar y causando gran pesar a su familia.
Cuatro años después, el 22
de abril de 1976, otros dos funcionarios diplomáticos cubanos fueron
asesinados en Portugal, cuando una bomba estalla en las puertas de la
embajada de Cuba en ese país.
La bomba conteniendo más de
seis kilogramos de explosivos fue colocada a la entrada del edificio
ubicado en la avenida Fontes Pereira de Melo # 19, en Lisboa, explotando
exactamente a las 4.45 de la tarde y provocando la muerte inmediata de
Adriana Corcho Callejas y de Efrén Monteagudo Rodríguez.
Los criminales que
perpetraron el sabotaje no tuvieron en cuenta que pondrían en peligro a
varios niños, hijos de funcionarios diplomáticos de la Isla, quienes
regresaban siempre a esa hora de la escuela. Por azar, sólo por azar,
estos se salvaron de una muerte segura al ser demorado su regreso a la
sede de la embajada. De no haber sido así, hoy nuestro pueblo lloraría a
más víctimas de las sucedidas ese nefasto 22 de abril de 1976.
Luchadora estudiantil contra
la dictadura de Batista y militante de la Juventud Socialista, Adriana
Corcho, madre de tres hijos y con 36 años de edad, ingresó en 1971 en el
Ministerio de relaciones exteriores de Cuba. Luego de permanecer como
diplomática en España hasta 1975, paso a trabajar en la embajada cubana
en Portugal.
Su temprana muerte enlutó su
hogar y privó a sus tres hijos de 10, 11 y 12 años del amor y los
cuidados de su madre.
Por su parte, Efrén
Monteagudo, quien contaba al morir 33 años de edad, provenía de una
familia humilde y conoció a la miseria cercana y dolorosa. Privado de la
posibilidad de estudiar debido a que tuvo que contribuir casi niño al
sustento de la familia, la Revolución le permitió encontrar nuevos y más
promisorios horizontes. Activo ante las múltiples tareas encaminadas a
consolidar la naciente sociedad socialista, se incorporó al MINREX y
cumplió importantes misiones en las sedes diplomáticas cubanas en el
Reino Unido, Polonia y, finalmente, en Portugal.
Su injustificada muerte
también llenó de luto un hogar cubano.
Cuando ser pescador y
hombre humilde es un delito para algunos.
El 6 de abril de 1976 fue
asesinado el pescador Bienvenido Máuriz Díaz, vinculado a la flota
matancera, mientras pescaba pacíficamente en la zona ubicada entre
Anguila y Cayo Sal, en las Bahamas. Varias lanchas piratas tirotearon
con ametralladoras de gran calibre a los pesqueros Ferro 123 y Ferro
119, en los que varios pescadores cubanos tomaban del mar sus frutos
para alimentar a su pueblo.
¿Qué provocó tal
ensañamiento por parte de los navegantes de las lanchas piratas
procedentes de la Florida?
Aún hoy resulta difícil de
explicar la causa por la que estos terroristas descargaron su odio
criminal contra humildes pescadores. Tal vez fue porque ellos
representaban al pueblo cubano y a sus sueños emergentes de libertad.
Tal vez porque ellos amaban al mundo nuevo, hecho a costa de sacrificios
y laboriosidad, de esfuerzo y tenacidad, de apego a la nobleza y al
humanismo.
Lo cierto es que mataron a
Bienvenido sin piedad e hirieron a tres de sus compañeros, sumiendo a
sus familiares y a los cubanos en una dolorosa experiencia.
Sin embargo, no los
amedrentaron. No hubo temores ni flaquezas y siguieron pescando como
digno honor a sus muertos. Así lo juraron aquel 10 de abril a lo largo
del Muelle Real de la Ciudad de Matanzas, cuando miles de ciudadanos
condenaron tan detestable hecho al filo del mediodía.
Por ello, cuando recuerdo a
cada abril triste en nuestras vidas, pienso que hay también abriles
luminosos y de digna respuesta ante el terror. El pueblo cubano,
adolorido y conteniendo sus lágrimas, levantó en cada ocasión sus puños
para condenar tales crímenes y para jurarle a sus muertos, que aún
esperan justicia, no detenerse jamás en el empeño de alcanzar la
felicidad.