DAL NS. AGENTE ALL'AVANA

 

Cuando el amor se vuelve letra viva

 

Mi sensibilidad de hombre apenas resistió el impacto de la ternura cuando tuve la oportunidad de leer las hermosas cartas de Gerardo, Ramón, René, Tony y Fernando —los Cinco cubanos injustamente prisioneros en cárceles norteamericanas—, dirigidas a sus hijos y a varios niños de la Isla. Apenas abrí el hermoso libro, titulado acertadamente Cartas de Ida y Vuelta,  lo supe. Esta vez el alma de los hombres es capaz de volar libremente más allá de la piel, deshaciendo no sólo las indignas  fronteras  de las celdas y el coto vulnerable de la distancia, para hacerse cercana y tangible, expresiva más allá de la palabra y ofrecernos en toda su dimensión la estatura real del amor.

¿Puede salir del hombre malo una palabra tierna dirigida a un niño y convertirla en abrazo de riachuelo o suave beso de brisa? No, me dije, eso no es posible. Si estos jóvenes cubanos tenían para mí una dimensión admirable, comprendí que todavía eran capaces de sorprenderme con su amor por la vida, con su terca ternura y por la capacidad sui géneris de ofrecer el amor a manos llenas.

 

Cartas de Ida y Vuelta me mostraron otra parte hermosa de los Héroes. Conocía de su optimismo, de la fortaleza de sus convicciones y de su envidiable patriotismo, expresados a través de sus maravillosos alegatos al recibir tan inmerecidas condenas,  pero hoy los pude ver en una dimensión todavía más noble y cercana: la de padres amorosos. Sólo hombres capaces de amar de esa manera —comprendí—,  pueden renunciar a una existencia normal junto a los suyos y marchar a lejana trinchera, sorteando todo tipo de sacrificios y dificultades, para dedicarse al sagrado oficio de soldado de la Patria, que es el de preservar la vida de los suyos ante cualquier amenaza sin esperar algo a cambio.

 

Ramón se me acercó primero, tierno y gigante a la vez, capaz de ir repartiendo besos y consejos a sus hijas adoradas,  y que padecen desde hace más de cinco años la condena de verlo separado de ellas por la irracional voluntad de sus carceleros norteamericanos. Cada palabra suya, pues, se me hizo universal y válida para todos los niños del mundo:

 

   “Por mí no teman, estoy bien y soy fuerte, mucho más ahora que me acompañan ustedes, todo mi pueblo y la dignidad del mundo.”

 

   “Yo regresaré, no lo duden, y tan pronto como sea posible, pues las extraño mucho. Y cuando vuelva recuperaremos todas mis ausencias y reconstruiremos todos los sueños y anhelos que hicimos esperar.”

 

   “Recuerden siempre que dondequiera que me encuentre, allí estarán ustedes, en mi corazón y en lo más hondo de mi alma. Cada mañana despertaré con la brisa de sus besos tiernos en mis mejillas, y con esa fuerza me levantaré a enfrentar el sol.”

 

   “Hasta pronto”.

 

Papa Ramón

10:32 p.m.

 

(Carta a mis hijas, 11 de julio de 2001)

 

Por él supe entonces que el amor es capaz de resistir como voluntad indoblegable a pesar del más doloroso sacrificio y hacer frágiles barrotes y cadenas. Tu ternura, Ramón, le da luz de aurora a la oscura celda en que te encerraron, a la par que reparte esperanzas  entre todos nosotros.

 

Luego me asaltó René González Sehwerert con sus cartas a Irmita y a la pequeña Ivette. Envidié tanto su amor a sus pequeñas florecillas —como él las nombra—,  que me comprometí a ser más expresivo con mis hijos si me tocaba el momento de decirles cuánto los amo. Esa enseñanza se le debo a él, sin lugar a dudas, porque uno a veces abandona la oportunidad de ofrecer ternura y se enreda en los avatares de la cotidianeidad y del trabajo, olvidándose de dar merecido espacio a la prole amada que nos prolongará en la vida. Hasta en eso aprendí de ti, René, sin lugar a dudas, y me prometí, a manera de autocrítica y disculpa con mis muchachos, darles a conocer tus cartas a las niñas, porque supe que en ellas les daba a conocer lo mejor de mí.

 

   “Yo quiero recordarte que nunca renuncies a ser feliz y a hacer felices a quienes quieres, que es el mejor regalo que se puede dar para demostrar amor. Ser felices es un reto que tenemos que asumir con mucha… felicidad y dando amor, que es la única forma de hacer mejor el mundo.”

 

     “(…) Al final llegará el día en que no tengamos que comunicarlos de esa manera y podamos compartir los momentos tan bellos en los que siempre supimos convertir cada día de nuestra mutua compañía.”

 

   “Y como siempre lo he pensado, estoy seguro de que podremos recuperar el tiempo perdido y seguir levantado el edificio de nuestro feliz futuro temporalmente interrumpido, pero siempre sólido en sus cimientos de amor.”

 

    Un besote,

Tu papi

 

(Fragmentos de la carta a Irmita, Mi querida hija, 9 de abril del 2001)

 

 

Para Ivette, niña de cinco años, a quien le impiden ver a su noble padre, éste también escribió lleno de amor y optimismo varias cartas que transmiten el verdadero sentido de la ternura. En una de ellas le dice:

 

      “Por más de cuarenta años la pequeña Cuba ha resistido valientemente los ataques del coloso del norte y de los malos cubanos a su servicio que han provocado mucho sufrimiento a su  pueblo, pero este no se ha dejado doblegar y la Revolución ha seguido adelante gracias al valor y al sacrificio de sus hijos”.

 

   “Por eso tu papi y tu mami han tenido que sacrificar aquel sueño de estar juntos toda la vida, sacrificio que también les ha tocado a tu hermana y a ti. Yo tuve que venir a este país para evitar los siniestros planes de esos malos cubanos (…).”

 

¡Cuánto debe dolerte, René, tan cruel separación! Los mismos que te condenaron en un juicio amañado —que son los aquellos  que prepararon ataques terroristas y asesinatos de cubanos humildes y trabajadores—, son los que han convertido a  tu hija Ivette y a tu esposa en otras prisioneras más dentro de esta injusta situación.

 

Y Antonio Guerrero, creador infatigable y dueño de la más bella imaginación, me invadió con poemas cargados de ternura e historias llenas de enseñanzas. Sólo un hombre como él, con quien he intercambiado sueños, anhelos y poemas, puede hacer nacer la alada poesía que vuela  por encima de cualquier encierro y se reparte por todos los confines del mundo, cargada de amor y de optimismo. Al tenerlo frente a mí, me impresionó la breve carta a su hijo Tonito en la que, aquel 16 de marzo de 1999, hace volver, cargado de magia, de blanco y oro, a un bello unicornio, tal vez la parte más pura del alma de los hombres.

 

Luego, sin miramientos o lisonjas, le dice al hijo querido:

 

   “Espero que te guste esta interesante historia. Los cuentos siempre enseñan alguna lección a todos. Este en particular tiene varias enseñanzas, muy importantes para la vida. No sólo demuestra cuánto vale la bondad, la ayuda a los que la necesitan, la generosidad, sino que además, en el ejemplo de Dayra puedes ver de cuánto sirve leer y estudiar, (…).”

 

Gerardo Hernández, a quien la injusta prisión le niega no sólo la posibilidad de ver normalmente a su joven esposa, sino también la de cumplir el bello sueño de ser padre escribió, sin embargo, una hermosa carta a sus hijos  que están  por nacer. Bella pieza  epistolar  cargada de ternura,  optimismo y fe en la vida, en la que cada párrafo de ella se hace cercano al corazón y a la nobleza de espíritu, y  nos muestra el derecho arrebatado por la ignominiosa prisión que sufre a causa del sacrificio y del ansia de ser digno.

 

Quien haya alguna vez tenido el privilegio de abrazar a un niño en su regazo y  depositar un tierno beso en su frente, sabrá entender a este hombre enorme y condenar las circunstancias de su encierro.

 

   “Cuando lean estas líneas habrán pasado algunos años desde que fueran escritas. Ojalá no sean muchos. En esta fecha ustedes aún no han nacido, y hasta su mamá tiene dudas de si algún día nacerán.”

 

   “Todo se debe a que estoy viviendo momentos difíciles de mi vida, lejos de mi país y mi familia, de los que, sin embargo, estoy muy orgulloso y espero que algún día ustedes también lo estén.”

 

    “Este es un dibujo que he hecho ya para muchos niños: hijos, sobrinos, hermanitos y otros familiares de personas que están hoy aquí conmigo.”

 

      “Personas que les agregaron sus palabras y su amor y lo enviaron a los seres queridos de quienes también se encuentran separados.”

 

   “Por estas razones fue que quise conservarlo para que un día, después que ustedes lleguen a este mundo y aprendan a leer, sepan por qué su papá no es tan joven como muchos de los padres de su amiguitos, y conozcan de los años que papi y Mami tuvieron que vivir separados a pesar de quererse mucho. Años de los que tal vez un día les pueda contar más.”

 

                Los quiere mucho,

 

Papá.

 

(Carta a mis hijos que están por nacer, 3 de febrero del 2001)

 

Por último, Fernando Gonzáles aparece en Cartas de Ida y Vuelta cargado también de amor y de sueños filiales, aunque la vida no le ha permitido ser padre aún. Deseoso también de acompañar a la injusta soledad a la que le han condenado los mismos que agredían a su Patria querida, el héroe escribió  a la niña Diana Lena con profunda ternura:

 

   “El bienestar de nuestro pueblo, y en especial de nuestros niños, es la razón principal del trabajo y el desvelo de los cubanos, para que esa estrella que dibujaste sobre la escuelita siga brillando como lo hace hoy, libre e independiente, y para que esa bandera que incluyes junto a ella siga siendo orgullo de todos los cubanos.”

 

   “Muchas gracias por tus muestras de cariño. Los niños cubanos son los más felices del mundo y seguiremos luchando para que así sea por toda la vida.”

 

                     “Un beso,”

 

Fernando González Llort

F.C.I Oxford

Wisconsin

(Querida Diana Lena,  1 de septiembre de 2002)

 

No podían faltar otras cartas escritas a otros niños por hombres de inigualable devoción y patriotismo, cuya presencia en este libro no hacen más que validar la alta estima en que ponen los héroes del pueblo el amor hacia los niños y a través del cual  les aflora, digna y limpia, la ternura. Están allí, en Cartas de Ida y Vuelta,  la epístola de José Martí a María Mantilla,  la carta de despedida de Jesús Suárez Gayol a su hijo, así como la hermosa carta del Che a sus hijos, en la  que el paradigma de todos nosotros pone de puño y letra un hermoso mensaje de amor y solidaridad humana:

 

   “Acuérdense que la revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada.”

 

   “Sobre todo, sean siempre capaces de de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Esa es la cualidad más linda de un revolucionario.”

Por tanto, Cartas de Ida y Vuelta  es un indudable mensaje de amor que trasciende a los destinatarios. En  este libro se palpa vida y optimismo y, sobre todo, fe en la victoria de la razón y la justicia.

Me imagino que si cayera este hermoso libro en manos de los hijos de los crueles carceleros que hoy encierran a hombres de la estatura moral de los Cinco  y los separan de sus hijos y esposas, un seguro reproche recibirían de aquellos niños que son y serán siempre los más fieles compañeros de la ternura y la bondad. Teman al amor de sus hijos, hombres sin piedad, que la ternura camina siempre, por encima de ustedes,

  

 

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