Sospechosamente,
cuando tienen lugar en Ginebra las sesiones del 61 Período de la
Comisión de Derechos Humanos, apareció un comunicado de prensa de
Amnistía Internacional sobre la situación de los presos en la Isla.
Textualmente se
expresa en dicho comunicado “la preocupación” de la organización por las
denuncias sobre malos tratos recibidos por presos “de conciencia”, en
cuatro oportunidades, por parte de guardias penitenciarios. Bastaría,
desde luego, aclarar dos elementos fundamentales: En primer lugar, los
llamados presos “de conciencia” fueron juzgados con todas las garantías
de la ley y recibieron condenas acordes con los delitos cometidos de
acuerdo con el Artículo 91 del Código Penal cubano (Ley 88). Su papel
como servidores asalariados del gobierno norteamericano quedó
ampliamente demostrado, así como la nocividad de dichas actividades para
la independencia del Estado cubano y sus pretensiones de socavar el
régimen económico, político y social aceptado por la inmensa mayoría del
pueblo. En segundo lugar, los guardias penitenciarios cubanos tienen
terminante prohibido el uso de la fuerza y la tortura contra los
detenidos en las prisiones, fundamentado en los principios éticos de la
Revolución.
Más adelante, el
comunicado de prensa desnuda la sucia intencionalidad de sus autores.
Sin tapujos, enuncia frases tales como que: “En Cuba, ejercer la
libertad de expresión se considera delito”. Según los autores de estas
falacias, “todo lo que hay que hacer en Cuba para pasar meses o
incluso años preso es estar en desacuerdo con las autoridades”.
Por último,
haciendo uso de prerrogativas inmerecidas y de un lenguaje prepotente,
así como de un descarado desconocimiento de los fundamentos, principios
y razones de la legalidad cubana, Amnistía hace un llamamiento al
gobierno cubano para que, entre otras cosas:
► “ordene la
puesta en libertad inmediata e incondicional de todos los presos de
conciencia”,
► “suspenda la
Ley 88 y otras leyes similares que faciliten el encarcelamiento de
ciudadanos cubanos mediante la ilegítima restricción de su derecho a
ejercer sus libertades fundamentales”.
Tal vez la infamia
mayor queda plasmada en este mal intencionado documento cuando sus
autores, luego de reconocer que los Estados Unidos mantienen un embargo
ilegal contra Cuba, el cual contribuye a socavar los derechos civiles y
políticos de los ciudadanos cubanos, expresa que el gobierno cubano
emplea dicho embargo, bloqueo criminal en realidad, como pretexto para
violar los derechos humanos de dichos ciudadanos. El colmo de la
desfachatez resulta culpar por igual a las autoridades cubanas y
norteamericanas de las pretendidas violaciones de derechos humanos en
Cuba. En la Isla sólo se violan los legítimos derechos de todo el pueblo
cubano por tener una vida más plena y digna y sépase que el impune
violador está a sólo 90 millas, usando un desmedido y criminal bloqueo
económico, una guerra ideológica sin parangón, así como agresiones
terroristas continuadas.
Las
inconsecuencias de este documento se hacen mayores para mí luego de que
realicé recientemente un largo recorrido por la Isla, en el cual tuve la
oportunidad de visitar diferentes centros penitenciarios y palpar
directamente la obra redentora del sistema penitenciario cubano,
encaminado a restituir al convicto a la sociedad como un hombre pleno y
digno. Visité, por ejemplo, la prisión de Ariza, en Cienfuegos, donde
tuve la oportunidad de interactuar con un grupo de detenidos y
presentarles dos de mis libros lanzados en ocasión de celebrarse la XIV
Feria Internacional del Libro en los pasados meses de febrero y marzo.
¿Conocen, acaso,
los señores de Amnistía Internacional que cientos de estos detenidos
desfilaron en Ariza por solicitud propia el Primero de Mayo del año
pasado por las calles interiores de la prisión y lo harán nuevamente en
los próximos días, exponiendo su legítima condición de cubanos y su
apoyo a la obra de la Revolución? ¿Saben también que estos “presos
sometidos a horribles maltratos” se han incorporado con entusiasmo a los
programas que impulsa la Revolución y gracias a los cuales 19 de ellos
alcanzaron estudios como técnico medio en Cultura Física, teniendo
garantizada la continuidad de sus estudios hasta alcanzar la
Licenciatura en esta disciplina? ¿No les resulta raro que estos
detenidos inicien cursos emergentes de enfermería o que otros inicien
estudios en la Licenciatura de estudios Socioculturales?
Creo que también
los señores de Amnistía Internacional se ruborizarían al conocer que
decenas de estos presos tuvieron la oportunidad de participar en
presentaciones de libros durante la mencionada Feria Internacional en la
provincia de Sancti Spíritus, Allí les tuve yo, como hombres libres, en
la sede provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba,
acercándose a la cultura, con libros en las manos y disfrutando el
genuino derecho de crecerse.
Deberían visitar
estos señores el Centro Provincial de Capacitación e Instrucción para
reclusos en la Provincia Granma, tal como lo hice yo, y donde pude
experimentar nuevamente la preocupación del gobierno cubano por reeducar
plenamente a todo aquel que cometió delitos en Cuba y se encuentra
purgando penas en las prisiones. Allí compartí con un numeroso grupo de
jóvenes que se preparan como carpinteros, albañiles, plomeros y
electricistas, para luego trabajar en las obras sociales que impulsa la
Revolución. Estos jóvenes practican deportes, realizan encuentros
culturales, leen libros en la pequeña biblioteca del centro y aspiran
genuinamente a reeducarse.
En esa misma
provincia visité también una prisión de mujeres y pude comprobar
directamente el serio compromiso de ellas por salir adelante y
aprovechar las oportunidades que les ofrece el sistema penitenciario
cubano. Jóvenes arrojadas a esta difícil circunstancia, se entregan de
lleno a la digna obra de reeducarse y así abrirse un camino más digno en
la vida.
Lo sorprendente de
las visitas realizadas a estas prisiones, y que confirmó en mí la
validez de la confianza del pueblo cubano en la obra de la Revolución,
lo representó el hecho de que todos los detenidos con los que conversé
me pidieron libros no sólo míos sino de diferentes autores. Estaba claro,
tanto para mí como para ellos, que los libros los ayudarían a sentirse
más libros y que se han convertido en un poderoso instrumento para
fortalecer su dignidad como personas. Por tanto, en franco compromiso
con ellos, les visitaré nuevamente para llevarles hasta la prisión la
mejor literatura y el abrazo de un hermano que confía en ellos y en la
obra reeducadora de la Revolución.
Fueron esos mismos
presos, a los que se les pretende defender mediante la injuria, la mala
fe y la perfidia por parte de Amnistía Internacional, los que me
reclamaron el derecho a constituir en la prisión de Ariza un Comité de
Solidaridad con los Cinco Héroes cubanos detenidos injustamente en
cárceles norteamericanas. Ellos entendieron a plenitud el sacrificio de
estos hombres y su entrega desinteresada por defender a la Patria, que
es al mismo tiempo la defensa de sus familias. Les complaceré, pues, en
esta sagrada iniciativa que les dará la oportunidad de luchar por la
liberación de nuestros hermanos, de los que la propia Amnistía
Internacional debería preocuparse con más empeño, así como por la
suerte de los detenidos en Abu Grahib, Guantánamo y otras prisiones en
Irak, Afganistán y los propios Estados Unidos.
Como podrá
percatarse, amigo lector, recibí como periodista y escritor unos
significativos disparos en el corazón al visitar las prisiones cubanas.
Pero los disparos, sin lugar a dudas, no fueron hechos de plomo para
matarme, ni disparados por los carceleros, sino disparos de humanismo
que me conmocionaron y fueron ejecutados por presos y guardianes,
empeñados todos en hacer realidad una de las obras más bellas y dignas
de la revolución: la de la reeducación. Fue por eso que, sin pensarlo
dos veces, obsequié a los detenidos y guardias de Ariza, en Cienfuegos,
con la Roseta de esa provincia, una distinción ofrecida a mí por la
Dirección Provincial de Cultura por mi inmerecida condición de
intelectual y que merecían más que yo todos estos hombres.