DAL NS. AGENTE ALL'AVANA

 

 

¿Qué hay detrás del voto chileno contra Cuba en Ginebra?

 

Como era de esperarse, a pesar de dudosos malabares diplomáticos y de los “esfuerzos” por encontrar una posición común de abstención con Brasil y Argentina para votar en relación con la resolución anticubana presentada en Ginebra, el gobierno de Ricardo Lagos terminó, como siempre, plegándose a los designios de Washington.

 

El hecho de que Chile se uniera al corrillo genuflexo integrado por Honduras, El Salvador, Perú, Nicaragua, República Dominicana, México, Guatemala, República Checa y Australia, así como otros países del primer mundo y de la UE, no sorprendió a nadie. Se cumplía de esta forma una página más del continuado entreguismo mantenido por los gobiernos chilenos de la Concertación, demostrado en sus votaciones adversas contra la Isla durante las sesiones ginebrinas del 2000, 2002 y 2003.

 

Esta vez, sin embargo, la postura chilena fue más dudosa por sus ditirambos y falta de una coherencia en política exterior. No había la menor duda que Chile se plegaría definitivamente a la Casa Blanca, aunque el propio Lagos mostrara  sus dudas con respecto al voto definitivo en una reunión sostenida el 12 de abril con Marco Aurelio García, principal asesor del presidente Lula da Silva. Una posible posición común con Brasil y Argentina hubiera acercado a Chile a sus vecinos y hubiera, a la vez,  disminuido el creciente aislamiento que este país  experimenta hacia sus vecinos en la región. Sin embargo, como todos sabemos, Lagos apostó otra vez por Washington, dando una prueba fehaciente de su dependencia incondicional a la Casa Blanca, lo que había hecho ya cuando envió un contingente de tropas a Haití a solicitud de Bush y sin consultar con el congreso chileno.

 

Convertido en un saboteador de las posiciones comunes de enfrentamiento al ALCA, al firmar un acuerdo bilateral con Estados Unidos, además de su creciente armamentismo de los últimos tiempos a tenor de los intereses geopolíticos del amo del Norte en su pretendida guerra antiterrorista, el gobierno chileno se ha convertido en un peón sumamente necesario para la administración norteamericana en Latinoamérica.

 

Muchos personajes se han destacado dentro de la política chilena y con respecto a su incondicional alianza con Washington, entre los que han sobresalido el embajador norteamericano William Brownfield y la canciller chilena Soledad Alvear. Ambos personajes han desempeñado un dudoso protagonismo en cuanto a las actuales y reprobables acciones chilenas en Ginebra.

 

¿Quién es William Brownfield?

 

Designado como embajador norteamericano en Chile  el 5 de septiembre de 2001, este diplomático de carrera es graduado  de la Escuela de Leyes de la Universidad de Texas y de la Universidad de Cornell. Luego de haber servido como diplomático en Buenos Aires y en El Salvador,  pasó a fungir como Director de la oficina de Política y Coordinación de la Oficina de asuntos Internacionales de Narcóticos y Ejecución de la Ley.

 

En 1995 fue nombrado Consejero de Asuntos Humanitarios en la misión norteamericana en Ginebra, cargo que ocupó hasta 1998 en que fue designado Vicesecretario Adjunto principal en la Oficina de Asuntos Internacionales de Narcóticos y Ejecución de la Ley. En 1999 fue nombrado Vicesecretario Adjunto de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental. Aún se le recuerda participando en las conversaciones migratorias entre Cuba y Estados Unidos en el 2000, ocasión en la que encabezó la delegación norteamericana.

 

Casado con la actual embajadora norteamericana en Ecuador, Kristie A. Kenney, dedican sus encuentros hogareños a criar tres gatos¿?.

 

Para nadie ha sido extraño que Brownfield haya capitaneado los esfuerzos norteamericanos por convertir a Chile en un peón de turno de Washington en la región. Desde su llegada, este diplomático fortaleció los mecanismos de dependencia y sumisión, a la par que contribuyó a un alineamiento de este país a la Casa Blanca en detrimento de sus vecinos. Esto se pone de manifiesto en:

 

¨        Dada su experiencia en la lucha contra las drogas, ha esgrimido a la misma para fortalecer el desarrollo de una campaña armamentista por parte de los chilenos, cuyo costo ascendió en el 2002 a 2,800 millones de dólares, lo que convirtió a Chile en el país que más gasta en armamentos en América Latina.

 

¨        Usando la Trade Promotion Autorithy, conocida también como Ley de Comercio del 2002, a instancias de Brownfield se logró fortalecer los nexos bilaterales comerciales entre ambos países, convirtiéndose Chile en una quinta columna saboteadora de los esfuerzos de miembros del MERCOSUR por lograr una posición común ante el ALCA.

 

¨        Siguiendo instrucciones directas de Collin Powell y Bush, se ha encargado de garantizar una dirección anticubana en la política exterior chilena, lo que se ha puesto a prueba en los reiterados votos contra Cuba en Ginebra,  las permanentes acusaciones de legisladores de derecha dentro del Congreso y el sórdido papel desempeñado en estos esfuerzos por la canciller Soledad Alvear.

 

En declaraciones hechas al diario “La Segunda” a sólo pocos días de la votación de la resolución anticubana en Ginebra, Brownfield declaró: “Nuestra esperanza es que dos gobiernos que compartimos los mismos principios, vamos a coincidir en esta resolución”. No existían dudas, pues, que el guiso estaba ya cocinado, con los aderezos necesarios: la traición de Lagos y Alvear, la complicidad de los partidos de derecha y las presiones de Brownfield, Powell y Bush.

 

El papel servil de Soledad Alvear.

 

Encargada de dar a conocer la nueva traición del gobierno chileno a la verdad y a la justicia, Alvear declaró el pasado 15 de abril que su país votaría contra Cuba. A la par, manifestó que “interpela a nuestra conciencia lo que ocurre en Guantánamo”.

 

Soledad Alvear representa el ala más conservadora del Partido Demócrata Cristiano chileno y como tal ha esgrimido sus compromisos políticos con Estados Unidos y la España de Aznar para convertir la política exterior chilena en un  apéndice de la ultra conservadora  concepción mundial de Bush y sus acólitos de la UE. En tal sentido, haciendo gala de sus lazos de amistad con Collin Powell y José María Aznar, así como el hecho de estar casada con el conservador demócrata cristiano Gutemberg Martínez, representante de la DC chilena dentro de la social democracia internacional, su accionar político ha llegado al extremo de sobrepasar en ocasiones las posiciones de derecha de la propia pinochetista Unión Demócrata Independiente (UDI).

 

Diseñadora de una controvertida  política exterior chilena, apoya incondicionalmente el papel saboteador de Chile frente al ALCA en detrimento del MERCOSUR y del Pacto Andino, el armamentismo acelerado que pone en peligro la estabilidad en la región, el entreguismo a Washington y los reiterados ataques contra Cuba y Venezuela. En reiteradas ocasiones han  quedado demostrados sus vínculos con los partidos y grupos opositores a la revolución bolivariana de Hugo Chávez y con miembros de la quinta columna contrarrevolucionaria cubana, por lo que Alvear y la Democracia Cristiana se han convertido en un destacado factor de derecha en el contexto latinoamericano.

 

¿Falta de coherencia o falta de soberanía?

 

Varios funcionarios del gobierno chileno como su representante en Ginebra, Juan Martabit, la canciller Alvear y el segundo hombre del gobierno, el ministro del Interior José Miguel Inzulza, mostraron una aparente preocupación por la situación de los más de seiscientos presos hacinados en la base naval de Guantánamo, territorio vilmente usurpado a Cuba por Estados Unidos. Este argumento fue esgrimido como contrapeso al argumentar su injusto voto contra la isla en Ginebra.

 

Cuando Cuba propuso el proyecto de resolución L-88, a discutirse mañana en Ginebra, los funcionarios chilenos se vieron empujados a una situación bastante comprometedora. ¿Eran serias sus preocupaciones sobre los prisioneros en Guantánamo o todo fue una simple verborrea aparentemente conciliadora? La pretendida coherencia política esgrimida por Lagos está en serio peligro, pues el gobierno chileno se ve  comprometido a despojarse de toda  su hipocresía con respecto a los derechos humanos o mantener su cacareada coherencia co-auspiciando la resolución contra Estados Unidos.

 

De inmediato, al conocerse el proyecto de resolución presentado por Cuba, el nerviosismo alcanzó su clímax en la Cancillería chilena. La mesa estaba servida y Chile tiene que demostrar si su posición en Ginebra fue falsa y oportunista. Si Chile no auspicia o desaprueba  la resolución sobre la situación de los detenidos en Guantánamo,  aparecerá ante  todos la real  verdad: el gobierno chileno carece de soberanía, pues ya la vendió a Washington, o no tiene una política coherente con respecto a los derechos humanos, pues lógicamente es un Fausto bastante comprometido con el diablo.

 

Mientras tanto, los verdaderos chilenos, justos y soberanos, han levantado su voz para condenar la resolución anticubana votada en Ginebra, el papel genuflexo de su gobierno y lo han conminado a apoyar la resolución contra Estados Unidos por su papel violador en Guantánamo. Para ellos, mi abrazo solidario y mi respeto, pues son capaces de levantar sobre sus hombros, como Caupolicán, el honroso tronco de la verdad y la justicia.

 

 

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