La renovación de la Ley USA Patriot: nuevo intento por perpetuar las
violaciones y la antidemocracia
El pasado 19 de abril, el presidente Bush se apresuró a
viajar a Hershey, Pennsylvania, con el claro propósito de promover la
renovación de la “Ley para Unir y Fortalecer a Norteamérica mediante la
Provisión de Herramientas Apropiadas Requeridas para Interceptar y
Obstruir el Terrorismo”, más conocida por la Ley USA Patriot del 26 de
octubre del 2001 y cuyo vigor expira a fines del próximo año. Esta ley
fue aprobada en el Senado por 98 votos a favor y uno en contra (el del
senador por Wisconsin, Rusell Feingold), así como en la Cámara de
representantes por 357 votos a favor y 66 en contra, en abierta
demostración de cómo los republicanos y demócratas se identificaron
con la propuesta reaccionaria de la administración Bush. De acuerdo
con una hoja informativa de la Oficina del Secretario de Prensa de la
Casa Blanca, George W. Bush solicitó al Congreso norteamericano la
aprobación de una nueva vigencia para esta controvertida ley, a la par
que llama a “eliminar las escapatorias jurídicas de otras leyes
antiterrorismo”.
En un claro intento por restringir aún más las libertades
ciudadanas y vigorizar su visión orwelliana dirigida a apuntalar el
papel de las instituciones represivas, Bush hizo un llamado a:
·
Permitir el empleo de las citaciones legales administrativas, al igual
que se utiliza en casos civiles y penales vinculados al fraude de
asistencia médica, lo que facultaría a los miembros del FBI y otras
agencias a obtener expedientes confidenciales con mayor rapidez.
·
Al igual que en los casos de detenidos por tráfico de drogas, establecer
automáticamente una denegación de fianza presuntiva para todo aquel
detenido sospechoso de ser terrorista.
·
Permitir la pena de muerte para todos aquellos detenidos por delitos
terroristas que causen muertes a personas como resultados de sus actos.
Esta condición es usada actualmente sólo para los casos de abuso sexual
y tráfico de drogas que ocasionen la muerte de otras personas.
·
Crear nuevos mecanismos que fortalezcan los ya establecidos por la USA
Patriot en cuanto a aumentar el intercambio de información entre las
agencias gubernamentales de inteligencia y contrainteligencia, así como
la cooperación entre las mismas.
·
En una mayor subordinación del poder judicial al extraordinario poder
recibido por el FBI y otras agencias, Bush clama por fortalecer todos
aquellos mecanismos que le permiten a las mismas realizar
investigaciones por encima de la ley, tales como órdenes automáticas de
registro domiciliario con notificación demorada, espionaje telefónico y
electrónico, así como emplear diversos métodos que incluyen la inmediata
detención de los sospechosos sin notificación a sus familiares y sin
derecho a abogados defensores o notificación de causa, en franca
violación de la privacidad de los ciudadanos y de sus derechos
constitucionales.
Cuando fue aprobada la Ley USA Patriot en medio de un
ambiente de histeria y temor exacerbados por la propia administración,
los ciudadanos norteamericanos y residentes en el país vieron
resquebrajados sus más elementales derechos humanos. Nuevas formas de
actuar por las autoridades, usadas ochenta años antes durante la Segunda
Guerra Mundial, volvieron a ser implementadas por el gobierno. Al igual
que la criminal Ley McCarthy-Walter, empleada durante la Guerra Fría, la
USA Patriot socava las libertades públicas y civiles. Desde la
arbitraria detención de los ciudadanos sin una acusación formal, la
persecución de inmigrantes, procesos judiciales sin garantías y en
secreto, sin excluir la detención indefinida sin juicio, hasta la más
execrable cacería de brujas, volvieron a invadir el panorama político
norteamericano.
Más de mil personas han sido detenidas en los Estados
Unidos luego del fatídico 11 de septiembre y sólo algunos han podido
obtener el derecho a un abogado. Cientos permanecen aún incomunicados y
en espera de un juicio que nunca llega. A la par, cientos de inmigrantes
han sido expulsados del territorio norteamericano ante la más infundada
sospecha.
Haciendo uso desmedido de supuestas amenazas terroristas, la
administración Bush ha desviado miles de millones de dólares hacia una
lucha basada en el aplastamiento de las libertades civiles y en la
persecución de los movimientos sociales progresistas. La excesiva
militarización del estado ha llegado, incluso a la creación de la
Oficina del Jefe Supremo, en franca imitación al modelo hitleriano,
encargada de subordinar a todo el aparato militar de la nación al
presidente.
De la misma manera, en abierta violación a la división de
poderes, tan tradicionalmente esgrimida en las democracias, ha hecho
desaparecer el papel del poder judicial subordinándolo al andamiaje
antiterrorista y militar creado por la administración. No resulta raro
observar la presencia de miembros de la Guardia Nacional en los
aeropuertos norteamericanos y no se excluye la presencia de tropas en
cualquier momento en las ciudades del país cumpliendo labores
policiales. Es, en esencia, una franca militarización de la vida del
país.
El nivel de sometimiento de la nación a la obcecada forma
de gobernar de George W. Bush, ha llegado al extremo de obligar a la
prensa a respetar “ciertas reglas de juego”.
Hoy por hoy, desde la famoso encuentro que Condolezza Rice,
Consejera de Seguridad Nacional, sostuvo con los dueños de las cinco
principales cadenas televisivas del país el 10 de octubre de 2001, la
prensa norteamericana aceptó la más férrea censura gubernamental. El 11
de octubre, un día después del encuentro con Rice, se logró la total
capitulación de los medios de comunicación en Estados Unidos bajo el
pretexto de los dueños de las cadenas de someterse por “patriotismo”.
El sometimiento de la gran prensa norteamericana al
gobierno, en franca violación a la cacareada libertad de prensa
esgrimida permanentemente por Estados Unidos, se ha visto en la
prohibición dada a periódicos, revistas, televisoras y estaciones
radiales a divulgar mensajes de Ossama Bin Laden y de miembros de
AlQaeda, así como a ocultar a la opinión pública norteamericana la
marcha de la guerra en Afganistán e Irak.Otros cuestionados hechos han
puesto en evidencia el carácter reaccionario de la USA Patriot. Bajo los
poderes que se conceden por ésta a las autoridades, se ha obligado a la
universidades y colegios a ofrecer información sobre sus alumnos en
franca violación de los preceptos constitucionales establecidos en la
historia norteamericana.
De la misma manera, basado en la USA Patriot, George W. Bush promulgó
una orden militar el 13 de noviembre del 2001 mediante la cual faculta
a tribunales militares juzgar a los no ciudadanos de Estados Unidos. A
tenor con esta orden, más de 600 personas de todo el mundo se encuentran
hacinadas en la Base Naval de Guantánamo, donde reciben las más crueles
torturas y se les privan del derecho a ser juzgados y recibir ayuda
legal.
Lastimosamente, y como prueba de la influencia de Bush en
Europa, la Unión Europea aprobó en junio del 2002 una decisión marco
sobre el combate al terrorismo, perneada de las mismas incongruencias y
sucios propósitos de la USA Patriot. Bélgica, Gran Bretaña y Alemania
fueron los primeros en establecer sus propias leyes dentro de la
decisión marco adoptada por la UE.
Tanto la decisión marco contra el terrorismo aprobada por
la UE como su progenitora, la USA Patriot, van enfiladas contra los
derechos civiles y son esgrimidas para combatir la disensión y las
luchas sociales. Sobre los movimientos antiglobalización y otras formas
de lucha reivindicativas de los trabajadores recae el peligro de ser
tildados de terroristas y sus representantes ser juzgados como tales.
Por tanto, hago un llamado a darle una importancia extraordinaria a la
lucha contra la aprobación de la USA Patriot para un nuevo período. Es
tarea de todos denunciarla como una forma para salvaguardar los derechos
de los ciudadanos y los pueblos. Aceptarla bajo el supuesto argumento
de combatir el terrorismo, significará, en última instancia, validar
otro tipo de terrorismo: el que emplean los gobernantes contra la
voluntad soberana y los derechos elementales de sus ciudadanos.