8 de junio de 2004.
La reciente elección de
Miguel Ángel Rodríguez Echevarría, ex presidente costarricense
(1998-2002), como futuro Secretario General de la OEA, dentro del marco
de la XXXIV Asamblea General de este organismo, no deja lugar a dudas
sobre los nuevos peligros potenciales para la Isla, dado el papel que
el mismo ha desempeñado dentro de la campaña anticubana implementada
desde hace décadas por los gobiernos norteamericanos con vistas a
aislarla internacionalmente. La probada oposición a la Revolución Cubana
por parte de Rodríguez, lo hacen un peón dócil y dispuesto para cumplir
tan cuestionado papel.
Desde su ascenso a la
presidencia de Costa Rica en 1998, Rodríguez se prestó
incondicionalmente a cualquier intento por atacar a Cuba, tomando
prestado el discurso político de los principales enemigos de la
Revolución, y más de una vez empleó los manidos y falsos argumentos
sobre una supuesta falta de democracia en la Isla y las inconsistentes
acusaciones sobre violación de los derechos humanos por parte del
gobierno cubano. Dentro de esta dirección, el nuevo Secretario General
de la OEA se apresuró a declarar hace unos días a EFE: que “la
readmisión del gobierno de Cuba en la OEA dependerá de los cambios
democráticos que se lleven a cabo en la Isla”.
Estas recientes
declaraciones de un político vinculado al social cristianismo, que en un
momento fue presidente de la Organización Demócrata Cristiana de
América (OCDA) y aupó campañas a favor de la contrarrevolución interna
en la Isla, no resultan sorpresivas para Cuba, quien fue separada de la
OEA desde 1962 por su apoyo a los movimientos de liberación en el
continente. Cuba, por supuesto, no ha necesitado de esta genuflexa
organización durante más de cuatro décadas y ha resistido las
permanentes acusaciones que han salido de su seno.
El anuncio del próximo
arribo de Rodríguez a la cabeza de la OEA despertó un histérico jolgorio
entre los representantes de la mafia contrarrevolucionaria de Miami, uno
de cuyos representantes, el ambicioso Ricardo Bofill, declaró para el
libelo “Contacto Cubano”, el 27 de abril del presente, en alusión a uno
de los frecuentes contactos que han sostenido con el mismo, lo
siguiente: “De manera muy especial, en estas conversaciones, Miguel
Ángel Rodríguez nos aseguró que, desde el marco de esta nueva posición
ante la OEA, dedicará un gran empeño en promover proyectos específicos
de solidaridad hemisférica para con los movimientos de sociedad civil
independiente, derechos humanos, resistencia cívica a la opresión y
otras manifestaciones de la disidencia cubana”.
El cuestionado apoyo de
Miguel Ángel Rodríguez a los representantes de la contrarrevolución
cubana no es nuevo. En enero de 1999 fue visitado en San José por
representantes de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA) para
sugerirle montara un show publicitario durante la celebración de la IX
Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, a celebrarse en
la Habana en noviembre de ese año. Sin reparo alguno, este personaje se
sumó a la carnavalesca campaña junto a Arnoldo Alemán, ex presidente de
Nicaragua, y Carlos Menem, entonces presidente de la República
Argentina, para sabotear el evento. Rodríguez Echeverría quiso forzar a
las autoridades revolucionarias a darle un inaceptable espacio a la
contrarrevolución cubana, en una abierta e inaceptable intromisión en
los asuntos internos de la Isla. Ante la digna negativa del gobierno
cubano, tanto él como los otros títeres de Washington y hermanos
carnales de la mafia miamense, se negaron a asistir a la Cumbre.
De la misma manera,
Rodríguez usó al gobierno de su país, mientras era presidente del
mismo, para impulsar la campaña ideológica contra Cuba, destinada a
aislarla internacionalmente. Durante la celebración de las sesiones de
la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra, nunca Washington encontró y
empleó un peón más dócil y servicial.
El odio acérrimo del futuro
Secretario General de la OEA hacia Cuba, no decayó luego de dejar la
presidencia de su país. En julio de 2003 participó en el seminario
“Hacia una democracia en Cuba”, celebrado en Madrid bajo las instancias
de José María Aznar y su Fundación para el Análisis y los Estudios
Sociales (FAES). En esa ocasión, reunido junto a los neo servidores de
la Casa Blanca dentro de la Unión Europea, entiéndase el propio Aznar,
su canciller Ana Palacios y el Partido Popular español, así como Vaclav
Havel, ex presidente de la República Checa, en sórdida unión a otras
fuerzas ultra conservadoras como la oscura ONG holandesa Pax Chirti,
se dedicó a buscar formas para “diseñar” un cambio democrático en Cuba y
para subvencionar la actividad desestabilizadora de los grupúsculos de
la contrarrevolución interna en la Isla.
Miguel Ángel Rodríguez
declaró en aquella oportunidad: “El pueblo cubano no está ni puede estar
solo ante la opresión”. Tras bambalinas, recibió la felicitación del
siniestro Otto Reich, por ese entonces en Madrid y encargado de repartir
las indicaciones de Bush a sus marionetas de turno.
Unos meses antes, el 29 de
enero de 2003, había igualmente participado Rodríguez en el “Foro de
Madrid 2003: Argentina, Brasil, Colombia, Cuba y Venezuela”, espacio al
que asistieron representantes de la contrarrevolución cubana. Esta fue
otra ocasión en la que el hoy nombrado nuevo Secretario General de la
OEA empleó ataques infundados contra Cuba.
Nacido de una familia de
recursos económicos limitados y convertido luego, por arte de magia, en
próspero productor agroindustrial y cárnico, este representante de la
burguesía de su país ha devenido en incondicional representante de la
política norteamericana para América Latina. Fue precisamente esa servil
disposición a obedecer los dictados de Washington, lo que le ganó la
anuencia de Estados Unidos ante otros candidatos a la cabeza de la OEA,
entre los que se encontraba otro no menos incondicional a la Casa
Blanca, como lo es el ex presidente salvadoreño Francisco Flores. Colin
Powell premió a Miguel Ángel Rodríguez cuando declaró el pasado 15 de
abril que lo apoyaría en su pretensión por dirigir la OEA. No faltaron,
por supuesto, las alabanzas del amo hacia su dócil servidor, cuando el
Secretario de Estado norteamericano expresó que Estados Unidos “lo
apoyará con todos los medios que podamos”.
Residente actualmente en los
Estados Unidos, Rodríguez supo entonces que su camino a la secretaría
general estaba desbrozado tras la santificación de Washington. Por ello,
se apresuró a declarar en esos momentos: “Este apoyo ayuda a que mi
candidatura se convierta en candidatura de consenso, al obtener apoyo de
todas las Américas para trabajar en el fortalecimiento de la
Organización de los Estados Americanos”.
Para este periodista, la
trayectoria anticubana de Miguel Ángel Rodríguez, su apoyo sostenido a
los representantes de la contrarrevolución interna y su coqueteo
permanente con los representantes de la mafia de Miami, así como su
incondicionalidad a la Casa Blanca, no deparan otra cosa que el empleo
de la OEA como punta de lanza para santificar una agresión a Cuba. Este
es una real peligro.
Sin embargo, conozco a los
cubanos y sé que están preparados para enfrentar a esta nueva maniobra.
Me reconforta saber que la divisa empleada por ellos en la década de
los sesenta: “Con OEA o sin OEA, ganaremos la pelea”, aún se mantiene
vigente como una prueba de su total independencia ante los designios de
Washington y sus acólitos de América.