DAL NS. AGENTE ALL'AVANA


 

El Centro Carter y sus intentos por unir a una gusanera dividida

 

Bajo los auspicios del Centro Carter, radicado en la ciudad de  Atlanta,  Georgia,  se efectuó el pasado 21 de enero un encuentro entre representantes de más de veinte organizaciones del autoproclamado exilio cubano. El variado espectro político de los participantes, entre los que sobresalían tanto los  terroristas de la FNCA, frustrados camajanes y politiqueros, así como toda suerte de “demócratas” y oportunistas, no fue obstáculo para que todos debatieran en torno a un tema en particular: la supuesta transición democrática en Cuba, tema de boga hoy por hoy en los corrillos miamenses y en las oficinas gubernamentales de los Estados Unidos.

La expectativa inicial planteó a los participantes una difícil disyuntiva: “¿Podremos unir nuestros diferentes puntos de vista alrededor del problema cubano en una plataforma común?”

Tarea difícil, pues, la que se platearon los señores del Centro Carter, confabulados en buscar fórmulas mágicas, artilugios futuristas y alquimias inimaginables para unir a esta pléyade de “luchadores” en torno al reto de agruparse en pro de la “democracia” cubana. Unir lo históricamente desunido no es fácil, más aún cuando esta división no descansa fundamentalmente en la disensión ideológica sino en la lucha por el poder y la búsqueda de beneficios monetarios. Habría que repartir mucho,  prometer bastante para convencer y, aún así, siempre se correría el riesgo de que hubiera algún que otro descontento. El primer escollo con el que se encontró  el Centro Carter fue que no todos los representantes de las decenas de organizaciones contrarrevolucionarias participaron. El amplio espectro de grupúsculos políticos, muchos de ellos estigmatizados por su abierto papel dentro del terrorismo más brutal contra el pueblo cubano, quedó reducido apenas a una veintena de organizaciones, entre las que sobresalieron la propia FNCA, Puentes Cubanos, Cambio Cubano, Comité Cubano por la Democracia, Unión Liberal, Movimiento Democracia,  Partido Demócrata Cristiano, Solidaridad de Trabajadores Cubanos  y el Grupo de Estudios de Cuba.

El segundo escollo lo fue, precisamente, el recelo despertado entre los representantes de “las fuerzas vivas del exilio”, por la inclusión de unos y por la exclusión de otros. No faltará quien estime que este intento fue un simple protagonismo de los moderados y “dialogueros”, cuando grupos como el Consejo por la Libertad de Cuba, Alpha 66, Comandos F-4 y otros que  aún apuestan abiertamente por una agresión directa contra Cuba, no participaron.

El tercer escollo fue el fuerte sentimiento de desunión imperante entre la fauna de Miami tras fallidos intentos de lograr una unidad que no deja de ser volátil e irrisoria. Más de cuarenta años ejemplifican la incapacidad de estos grupos de superar sus divisiones internas sustentadas en la lucha por el poder, el oportunismo político, el afán de protagonismo y, sobre todo, mayor participación de las ayudas del gobierno norteamericano y sus agencias.

Así las cosas, muchos de los participantes, movidos por esa insaciable sed de protagonismo político, vieron en este evento una forma más de descollar y complacer al señor Jimmy Carter.

“Hemos sido invitados a la reunión y pensamos asistir”, proclamó Mariela Ferretti, vocera de la FNCA. Más tarde habría otras declaraciones por parte de Joe García, Director Ejecutivo de la architerrorista organización.

Por su parte, Marcelino Miyares, Presidente del Partido Demócrata Cristiano de Cuba, expresó: “No hay transición posible sin una coalición de fuerzas políticas”. No caben dudas de que el señor Miyares sabe que su pequeña e insignificante  organización sólo podía descollar en este contexto y aprovechó la oportunidad de hacer un reclamo a favor de la unidad. Silvia Wilheim, dirigente de Puentes Cubanos, reconoció que este evento era provechoso para unir a los opositores de la Revolución. Con aires de ensayada demagogia, exclamó: “El diálogo es siempre positivo y vamos con la disposición de escuchar lo que todo el mundo tenga que decir y expresar nuestras opiniones”. Carlos Alberto Montaner, dirigente de la Unión Liberal, hizo otro tanto.

Luego de siete largas horas de discusión —el evento se extendió desde las 10.00 a.m. hasta las 5.00 p.m.—,  pocas cosas pudieron lograr en común. Los cuchicheos paralelos a las intervenciones de turno, le demostraron al señor John Paul Lederach, moderador de las discusiones, que su intento fue casi infructuoso.
Sin acuerdos concretos, salvo el tácito reconocimiento de la necesidad de ampliar el diálogo y extenderlo a otras organizaciones excluidas del evento, el evento dejó a todos la sensación de que la unidad, en realidad, es una meta inalcanzable.

Cada uno de los participantes dijo lo que pensaba, nada más. Mientras tanto, la responsabilidad de hacer algo concreto contra la Revolución descansa todavía en sus amos yanquis, sabedores de que esta  dividida masa de acólitos sólo sirve  para vociferar y  esperar, siendo incapaz en sí misma de hacer algo en torno a la supuesta transición democrática en Cuba.

Tratando de no dejar escapar la fetidez de lo dicho, las broncas que se suscitaron y el quita y jala  que se formó, los organizadores lanzaron un manto de secretitividad en torno a las discusiones. La prensa no tuvo acceso a lo dicho, ni a la efímera presencia del ex presidente Carter en la reunión.

Como para no reconocer la derrota de no ver lograda la unidad tan esperada, varios de los participantes dejaron conocer sus impresiones a los periodistas.

Como para anotarse tantos a favor y complacer a los organizadores, hubo diversas expresiones a favor del evento, aunque en realidad nadie salió satisfecho a plenitud. Quien sabe si primaron, al menos, promesas de protagonismo o alguna ayuda prometida.

“Esto es el inicio de un proceso que sirve para tomar conciencia de que solos, cada uno por su lado, no llegaremos a ninguna parte, por muy poderosa que sea cualquier organización”, dijo Marcelino Miyares tal vez mirando de reojo a los representantes de la FNCA.

“Este fue un encuentro muy productivo que sirvió para identificar puntos de convergencia, en medio de nuestras discrepancias”, apuntó Patricia Gutiérrez Menoyo, representante de Cambio Cubano.

“Fue un encuentro positivo que demostró que los cubanos sí podemos hablar entre nosotros a pesar de las diferencias políticas”, expresó Joe García, Director Ejecutivo de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), pero receloso de salvaguardar el protagonismo de su organización. Este encuentro, sin lugar a dudas, sirvió de algo. Comprobar que la unidad estrecha existente en el pueblo cubano y su total adhesión a su dirigencia son pilares inamovibles y mucho menos por quienes navegan en la desunión, las discrepancias y en la incapacidad de aportar una opción mejor a la que defienden los cubanos.

De ello, supongo, los señores del Centro Carter sacarán sus propias conclusiones.

 


 

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