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    El Mambisito visita a los Cinco Héroes 
    
     di Luis 
      Matos 
    
    Incorporado  el mambisito a su vida normal, junto a su verdadera familia, 
    sus compañeritos de escuela y su pueblo, recupera rápidamente su buen estado 
    de salud. 
    
      
    
    Al enterarse de que Elpidio Valdés había movilizado a sus tropas para librar 
    una nueva batalla, esta vez por los héroes prisioneros del imperio, cuyo 
    delito es el de ser dignos patriotas que trataban de descubrir los planes de 
    terrorismo de los descendientes de la tiranía de Batista que viven en Miami, 
    que respaldados por el gobierno de ese país han hecho mucho daño a nuestro 
    pueblo, el mambisito pidió permiso para formar un comando y llevarle el 
    mensaje de solidaridad a cada uno, que según se conocía, los tenían 
    aislados. 
    
      
    
    Como ya había estado en la madriguera del enemigo, se pudo mover con mejor 
    facilidad hasta llegar a la cárcel. 
    
      
    -                     
    
    
    Esperemos que sea de madrugada para sorprender a los centinelas y que 
    nuestra llegada sea como un rayito de luz que penetre en las celdas, y así 
    nuestros héroes tendrán un lindo amanecer – dijo el mambisito a sus 
    compañeros. 
    
      
    
    Casi al amanecer, el mambisito da la orden de avanzada, y como hacen los 
    ninjas en las películas, saltaban los muros y cruzaban de un lado a otro con 
    una agilidad extraordinaria. En algunas ocasiones casi chocan con los 
    centinelas, pero siempre lograban burlarlos. 
    
      
    
    Ya casi en la celda donde esperaban encontrar a uno de los héroes, dos 
    guardias bloqueaban la entrada.   
    
      
    -                     
    
    
    La cosa se pone fea, compay, pero si llegamos hasta aquí, no son esos dos 
    los que nos van a impedir llegar hasta nuestros compatriotas – dijo con 
    firmeza el mambisito, y avanzó hacia los centinelas. 
    -                     
    
    
    ¡Alto! ¿Quienes son ustedes? – preguntó uno de los centinelas, apuntando con 
    su pistola al mambisito. 
    -                     
    
    
    Somos Cuba, y aquí estamos prestos a luchar y vencer, y aunque como armas no 
    tenemos ni una cuchilla de afeitar, tenemos una más poderosa, que es nuestra 
    dignidad y patriotismo. 
    -                     
    
    
    Si, ya los he oído en eso que llaman tribunas abiertas, y sé que disparan 
    duro – dijo uno de los centinelas. 
    -                     
    
    
    Claro que disparamos duro, porque nuestras balas son la verdad, así que se 
    quitan del medio si no quieren que aquí mismo le montemos una de esas 
    tribunas. 
    -                     
    
    
    ¡Hay mi madre, ahora sí que estamos embarcados! – dijo el otro centinela, 
    evidenciando gran nerviosismo. 
    -                     
    
    
    Te juro por mi madre que nosotros no somos culpables de que ellos estén 
    presos aquí. Eso es cosa de los jefes de la comunidad cubana aquí en Miami, 
    que le tienen la baja cogida al gobierno y son los que ordenan esas cosas, 
    aunque nuestros jefes están de acuerdo porque reciben mucho dinero, pero 
    nosotros sólo recibimos órdenes – aclaró el primer centinela. 
    -                     
    
    
    Por favor, pasen, pero que no se enteren los cubanos que gobiernan aquí, 
    porque amanecemos con la boca llena de hormigas – les pidió el segundo 
    centinela, y luego se retiraron para no verse comprometidos, pues en 
    definitiva, ellos también son víctimas de la política de su mal gobierno. 
    
      
    
    Cuando el mambisito y sus compañeros llegaron a la celda, encontraron a 
    René, Ramón, Antonio, Gerardo y a Fernando juntos. 
    
      
    -                     
    
    
    ¿Pero a ustedes no lo tenían separados? – preguntó asombrado el mambisito. 
    -                     
    
    
    Sí, físicamente nos tienen aislados, pero nuestros principios rompen las 
    barreras de la infamia y las mentiras, y mientras más separados nos quieran 
    tener, más unidos nos tienen – les respondió René. 
    -                     
    
    
    Ustedes creen haber llegado ahora, pero no es así. Cada amanecer nosotros 
    despertamos con un rayito de luz que viene desde Cuba, y esas paredes no son 
    de concreto, sino de una masa compacta de hombres y mujeres cubanos que, 
    junto a ustedes, nos acompaña todo el tiempo – agregó Ramón. 
    -                     
    
    
    ¿Escuchan esas voces? – son de los pueblos hermanos que reclaman nuestro 
    regreso a la patria – dijo Fernando. 
    -                     
    
    
    Si ustedes quieren, ahora mismo los sacamos de aquí, aunque en ello nos vaya 
    la vida – les dijo el mambisito. 
    -                     
    
    
    No es necesario arriesgar la vida – contestó Gerardo, quien agregó – ahora 
    somos más libres   porque no tenemos que ocultar lo que hacíamos para salvar 
    a nuestro pueblo y al de Estados Unidos de la mafia terrorista, y nuestras 
    voces recorren el mundo. Los principios no se ponen detrás de las rejas. 
    -                     
    
    
    Esta cárcel es nuestra actual trinchera de combate, y desde aquí, ayudamos a 
    mantener a nuestra patria en el lugar que le corresponde, que es la cúspide 
    de la pirámide de los pueblos dignos – puntualizó Antonio, quien luego 
    exhortó a los pequeños soldaditos a que regresaran para que continuaran 
    ganando batallas con el estudio y todas las cosas lindas que hacen los niños 
    cubanos. 
    
    Los pequeños se acercaron a los cinco héroes, los abrazaron fuertemente, y 
    el mambisito les improvisó los siguientes versos: 
    
      
    
      
    Cinco Puntas de Una
 
    -                     
    
    
    Cinco puntas de una estrella 
    -                     
    
    
     se levantan dignamente, 
    -                     
    
    
     alumbran el continente 
    -                     
    
    
     y hacen su patria más bella. 
    -                     
    
    
    Se enfrentan a una querella 
    -                     
    
    
     con el imperio mafioso, 
    -                     
    
    
     que con su actuar malicioso 
    -                     
    
    
     lleno de odio y  maldad 
    -                     
    
    
     dañan la tranquilidad 
    -                     
    
    
     de este pueblo tan glorioso. 
    -                     
    
    
      
    -                     
    
    
    Desde el nido imperialista, 
    -                     
    
    
     los verdaderos matones  
    -                     
    
    
    y herederos de Alcapone, 
    -                     
    
    
     nos juzgan de terroristas. 
    -                     
    
    
    Pero todas las conquistas 
    -                     
    
    
     de la Revolución Cubana, 
    -                     
    
    
     que tan libre y soberana 
    -                     
    
    
     alza u  voz en el mundo, 
    -                     
    
    
     hacen que el pueblo fecundo 
    -                     
    
    
     toque fuerte su campana. 
    -                     
    
    
      
    -                     
    
    
    Campana que al escuchar 
    -                     
    
    
     el águila poderosa, 
    -                     
    
    
     cual si fuera una tiñosa 
    -                     
    
    
    deja al cuervo gobernar. 
    -                     
    
    
     Deja su pueblo al azar 
    -                     
    
    
     y sin oír su criterio, 
    -                     
    
    
     lo tilda de poco serio 
    -                     
    
    
     al tratar de hacerle ver, 
    -                     
    
    
     que una paloma ha de ser 
    -                     
    
    
     peligro para su imperio. 
    -                     
    
    
    Somos la paloma blanca 
    -                     
    
    
     que simboliza la paz, 
    -                     
    
    
     somos la libertad 
    -                     
    
    
     que simboliza esperanza. 
    -                     
    
    
     Y tenemos la confianza 
    -                     
    
    
     de que los americanos, 
    -                     
    
    
     más que tarde, bien temprano, 
    -                     
    
    
     unidos codos con codos, 
    -                     
    
    
     gritarán de polo a polo 
    -                     
    
    
     que todos somos hermanos. 
    -                     
    
    
      
    -                     
    
    
    Nosotros, los mas pequeños, 
    -                     
    
    
     gigante tropa Meñique 
    -                     
    
    
     cumplimos con lo que indique 
    -                     
    
    
     mi general en su empeño. 
    -                     
    
    
    No nos quitarán el sueño 
    -                     
    
    
     los mafiosos petulantes, 
    -                     
    
    
     que con su actuar arrogante 
    -                     
    
    
     no nos vencerán jamás, 
    -                     
    
    
     y nos unen siempre más 
    -                     
    
    
     a nuestro líder gigante. 
    
      
    
    Finalmente se retiraron para continuar la batalla de ideas, jurando que no 
    descansarán mientras exista injusticia en el mundo, y asegurándole a los 
    patriotas que, más pronto que tarde, volverán. 
    
      
    
    19 de abril del 2002 
    
      
                                                                      
         
    
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